Lapatilla
Texto: revistafucsia.com
Tengo cara de boba, la he tenido siempre. Lo curioso es que no lo noté hasta hace relativamente poco. Pasé por la tierna infancia sin tener conciencia de ello, viví la primaria y el bachillerato sin notarlo. Tal vez entonces no solo tenía la cara, después de todo. Creo que fue en la universidad donde entendí lo evidente: cargo en la vida con una cara inocentona rematada por unos huequitos en los cachetes y unas cejas pobladas, por donde rara vez se asoman el ingenio o la agudeza.
Una de las primeras señales que tuve fueron los rostros de asombro de los profesores cuando nos entregaban los trabajos o exámenes con buenas calificaciones y reincidían en la pregunta incrédula, “¿Tú eres Julia?”, con un tono que parecía decir: “¿Esas ideas sí las escribiste tú?”.