Escribimos al mediodía del 4 de diciembre de 2013. Todo lo que está sucediendo en el país parece una gran comedia, algunos sonríen. Pero es todo lo contrario, vivimos un drama, una gran tragedia, en verdad lo que debemos hacer es lamentarnos por Venezuela. “Venezuela llora” debe ser nuestra consigna.
Nunca hemos estado en una hora como está: no por la enfermedad del Presidente de la República, ni por la juramentación el 10 de Enero de 2013, porque una es un hecho que sucede a todo ser humano, Jefe de Estado o no, enfermarse, es decir, ingresar en el lado oscuro de la vida. Y lo segundo no es grave, lo que debe hacerse está claramente expresado en la Constitución. Entre otras cosas que la juramentación, hecho ineludible, debe hacerse en Caracas, sitio donde, según la misma Constitución, funcionan los poderes públicos.
Pero la situación es más que compleja, no porque no hayan establecidos los principios sino por la actitud de quienes ejercen los dos poderes del Estado en ese caso: el jefe del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo. Es allí donde está el problema. Una encrucijada que no debería existir pues todo esta claramente resuelto en el anticuado de la Constitución.
Todo el proceso que vivimos comenzó el día en que el presidente Chávez(diciembre 8,2012),, aceptó, ¡por fin!, la enfermedad que padece, pidió respetar la Constitución, pero, ¡ay!, nominó a Nicolás Maduro como su sucesor, un hecho que el día que llegue a ser un candidato debe ser decidido no por una persona sino por los electores venezolanos en las urnas. No hay otro camino. La hiperpresidencia, como la denomina María Elena Lavud, debe terminar. Pero ese 8 de diciembre comenzó una nueva crisis. Y el Presidente, desde hace veinte y siete días, no ha vuelto a hablar, lo que indica la inmensa gravedad de su estado de salud, más en un hombre como él, quien en catorce años no paró de hablar. El informe del ABC de Madrid del domingo pasado nos indica la alta gravedad que padece, se puede concluir de las palabras de su corresponsal que el presidente Chávez está agonizando. Y que ello haya aparecido en el ABC, un periódico tan serio y conservador, uno de los grandes diarios de España, informa a los venezolanos de aquello el gobierno no ha querido revelar como es su obligación. Recuérdese, al margen, además que fue el ABC el periódico que entrevistó al cirujano español que fue llamado a La Habana a operar al Presidente la segunda vez que se hizo.
Ahora la crisis a la que nos referimos estriba más que en la enfermedad del Presidente en la muy evidente controversia Cabello-Maduro, que pese a haberse negado esté viva. Pese a que el propio diputado Cabello haya señalado que ella no existe, y que ello es un invento de la oposición. Sus propias palabras, a nuestro entender, hablaron por sí mismas.
Y algo más grave, gravísimo, que el destino de Venezuela, lo que deberá suceder mañana sábado en el parlamento y el 10 en la misma institución, la controversia entre ambos, se esté dilucidando en La Habana, lejos del territorio de Venezuela, con la presencia de una potencia extranjera, Cuba, en las deliberaciones no puede ser más grave. Nunca el porvenir de Venezuela, una nación siempre libertaria, se había hecho fuera de nuestras fronteras.
En esta grave hora los venezolanos deseamos se informe fehacientemente la verdad de la salud del presidente. Lo informes del Vicepresidente y del Ministro de información no son suficientes, de hecho son escasos, no son informes sobre su salud del Presidente. Basta pensar en lo que cualquier médico tratante dice a cualquier paciente para darle cuenta del mal que padece. Es ello lo que ha creado la inmensa cantidad de rumores, ante la imposibilidad de saber la verdad cierta.
Todo indica, sobre todo por la información de la prensa y medios internacionales, que la situación de la salud del presidente es muy grave, en ningún momento, desde el 8 de diciembre, ha vuelto a hablar, tanto, son palabras del propio vicepresidente, que le escuchamos leer hace unos días, que no fue, dijo, sino tres días después de las elecciones del 16 de diciembre que Chávez fue informado del resultado, lo que indica, se puede deducir, que había perdido el conocimiento por varios días, de haber estado consciente la misma noche del domingo debía haber sido informado de aquello que todos los venezolanos conocíamos. Nos dimos cuenta al escuchar al vicepresidente Maduro que no se dio cuenta de aquello que estaba leyendo.
Si el Vicepresidente deseaba esconder la verdad de la enfermedad del Presidente, no debió leerlas. Si las hubiera leído antes de pronunciarlas en público se hubiera dado cuenta. Pero pese a ello nos dio una información que los venezolanos, y no solo los opositores, buscábamos. Y soslayar la verdad de las dolencias del Presidente era lo mismo que Hugo Chávez había hecho en los dos últimos años, excepción en su alocución del 8 de diciembre cuando su alta gravedad lo obligó a reconocer la verdad, a decir que estaba enfermo y dejar el poder en manos de Maduro, desde luego sin nombrarlo ni juramentarlo como Presidente Encargado, como indica nuestra tradición política.
Ahora bien, ante esta realidad nos encontramos: los venezolanos, sean chavistas u opositores, ante los hechos. Los venezolanos, un país hondamente democrático, visceral y psíquicamente, deseamos que en esta hora se cumpla la Constitución.
Y ello porque todo indica que el 10 de Enero, dentro de seis días, el presidente Chávez no podrá estar en Caracas para juramentarse e iniciar el nuevo período para el cual ha sido reelecto. De ser así ese día, según indica la Constitución, el presidente de la Asamblea Nacional deberá asumir el poder. ¿Pero quien será? La pregunta es válida pues el 5 de enero, mañana, será electa la nueva directiva de la Asamblea Nacional. El resultado de esa elección no es posible conocerlo y, desde luego, la reunión en La Habana, es para lograr una concertación en la polémica Cabello-Maduro, controversia más que evidente, sobre todo por todas las veces que ha sido negada su existencia. Los que conocemos y hemos estudiado constantemente a Venezuela sabemos lo que significa cuando algo se niega políticamente hablando. La verdad es siempre lo contrario a lo que se dice. Y allí, en La Habana, sin duda, va ser escogido, con la presencia del gobierno de aquella isla, una persona favorable a sus intereses, que le asegure recibir de Venezuela cada día todo lo que reciben. Y nos da la impresión que esa persona es Nicolás Maduro, o uno de sus fieles seguidores, y no Diosdado Cabello a quien por su anti-comunismo no es bien visto por los hermanos Castro. Así mañana habrá una sesión difícil en la Asamblea Nacional. ¿Quién ganará? El que, teniendo en cuenta lo señalado, tenga los votos necesarios para la elección, previa la anuencia de La Habana. En la decisión que se tome, como siempre estará excluida la oposición.
Con relación a nuestros diputados opositores no se nos hace visible que el gobierno escuche las opiniones, como las dichas anoche por Felipe Mujica del MAS, sensatas por los demás, pidiendo se haga una elección equilibrada en la cual la oposición sea tomada en cuenta, sería así una elección sensata, hecha para abrir un nuevo sendero al país y establecer la necesaria transición. Eso sería lo correcto. Pero no creemos, con la experiencia que tenemos en el análisis del chavismo que esto suceda.
Tal la hora que vivimos: ningún venezolano raigal puede ver con buenos ojos que una importante decisión nacional se tome fuera de sus fronteras y con la presencia de gente no nacida aquí. Aquello que se llamó el “internacionalismo proletario” quedó debajo de las piedras del Muro de Berlín la madrugada en que este y el socialismo autoritario fue derribado.
Debemos pensar en Venezuela, en nosotros, en nuestro destino, tal y como lo ha expresado el escritor Francisco Suniaga en una bella novela suya que leemos con fruicción en estos días, la misma que hemos citado en el epígrafe: “Hay un vínculo afectivo indestructible entre nosotros…que no se puede romper…Un vínculo tan poderoso como el que se tiene con los padres o hermanos”(p. 88 ). Ese es el único camino de Venezuela: retomar el sendero que el país escogió: la democracia, le régimen libertades públicas, lo hizo el 19 de abril de 1810, el 5 de julio de 1811, el 13 de enero de 1830, el 18 de agosto de 1863, el 14 de febrero de 1936, el 23 de enero de 1958: el de una sociedad liberal y tolerante, en donde se respeten y practiquen los derechos humanos. En donde la ley se aplique a todos, no solo a los adversarios.