La señora tiene la expectativa de quien es novato. Exhibe una sonrisa amplia. En una de las manos sostiene una tarjeta rectangular. Parece una postal en la que está plasmada un paisaje: en medio de una llanura verdosa emerge un araguaney rodeado de ganado. Sobre la imagen, unas letras amarillas le dan un valor distinto: “0.5 Ticoporo”.
Erick Lezama Aranguren/Diario El Tiempo
Es un mercado que se apellida “de trueque comunitario”. Está en Socopó, estado Barinas. Es la primera vez que la señora va a obtener un bien con una moneda distinta al bolívar.
Esa es la esencia de este sistema. La dinámica es sencilla, similar a la que se da cuando va a comprar en otro lugar: le entrega a un señor un Ticoporo, quien a cambio le da unos plántanos. Más tarde, él podrá intercambiar ese Ticoporo por algún producto que necesite y que esté dentro del mercado.
Otras monedas
El Ticoporo es una de las 13 monedas comunales que circulan actualmente en comunas y sistemas de trueques de los estados Anzoátegui, Sucre, Monagas, Nueva Esparta, Miranda, Mérida, Barinas, Trujillo, Falcón, Yaracuy y en el Distrito Capital (ver infografía)
Se trata de una iniciativa impulsada desde el gobierno para estimular el intercambio de bienes, servicios y saberes en ámbitos geográficos específicos y muy locales.
Las monedas comunales surgen para volver al trueque y, de una manera indirecta, para favorecer el intercambio de elementos que no son mutuamente equivalentes y que requieren una forma de compensación o mediación.
El doctor Julio César Pineda, gerente de investigaciones económicas del Banco Central de Venezuela (BCV), cree que para los intercambios con ausencia de dinero esta herramienta es necesaria: “Lo que ocurre con el trueque convencional es que una persona que tenga un bien no necesariamente encontrará al proveedor que posea lo que esa persona requiere, y que además acepte los bienes que tiene”.
No es dinero
Estas monedas no son dinero propiamente. “No sirven para ahorrar sino para intercambiar valores”, aclara Pineda. Eso genera una lógica distinta a la que opera en un mercado convencional, sostiene el experto.
“En el capitalismo, el dinero es susceptible de convertirse en capital, con lo que se puede comprar mano de obra, materia prima y transformarse en más capital. Eso lo que lleva es a un enriquecimiento, que genera diferencias. Y en nuestra sociedad no queremos diferencias”.
El economista Alberto Aranguibel también argumenta que se trata del cambio de paradigma. “Se están conformando las bases para que la gente resuelva sus verdaderas aspiraciones y no las que están determinadas por el mercado capitalista, que a veces impone unas necesidades que no son reales”.
Para Pineda es además una forma de diversificar el consumo: “Aquí no importan las ganancias, sino que haya un equilibrio”.
Aranguibel, pensando en los espacios rurales, ve la moneda comunal como una manera de estimular la productividad agraria. “En la compra de algunos bienes que necesita el agricultor, éste se ve afectado por distorsiones como tasas de cambios y los márgenes de ganancias de las cadenas comerciales. Eso afecta, en el fondo, las necesidades del colectivo”.
Venezuela comunal
Colmar el país de comunas es uno de los objetivos que el presidente Chávez se ha propuesto cumplir en la gestión que iniciará el 10 de enero de 2013.
Que las comunidades logren organizarse de tal forma que sean autosustentables y autogestionables son premisas claras.
Para ello, el uso consolidado de las monedas comunales es fundamental. El plan supone la existencia de tantas monedas comunales como comunas haya. Esto implica que, además del bolívar, cada comunidad organizada tendrá una moneda propia que podrá usarse en los mercados que se creen para tal fin, y que fuera de ellos no tendrá ningún valor.
La idea no es inédita en la región. En Argentina, por ejemplo, durante la crisis que se vivió a principios de la década pasada, algunos sectores no podían acceder a la moneda de curso legal, por el desempleo y la inflación tan elevada. Se estima que cerca de 7% de la población participó en esta dinámica. Pero las monedas desaparecieron cuando la economía mejoró.
En Venezuela tampoco es tan reciente. Durante una edición del programa “Aló presidente” del año 2005, el mandatario Hugo Chávez sugirió la creación de este mecanismo. En 2007 comenzó a circular la primera moneda comunal: la Lionza, en Urachiche, estado Yaracuy.
Posteriormente, en julio de 2008, como parte del paquete de 21 leyes aprobadas vía habilitante, entró en vigencia la Ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular. La disposición legalizaba esta moneda como una forma de intercambio de bienes y servicios dentro de los “Sistemas de Intercambio Solidario”.
El texto legal fue derogado en 2010 por la Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal, uno de los marcos legales que respaldan esta nueva forma de organización.
Se establece que cada grupo de intercambio solidario, en una asamblea (integrada por los productores y consumidores de la comuna), administrará este recurso: deberá estar registrarlo y ser distribuida equitativamente entre los usuarios (llamados prosumidores, porque son productores y además consumidores). Su valor se define en esa asamblea y por equivalencia con la moneda de curso legal.
El investigador Pineda cree que ese valor es posible dejarlo a la negociación para que los usuarios se autorregulen. “Pero hay que educar a las personas para que tengan la conciencia de que esto no persigue la búsqueda de ganancias. Hay que evitar que haya un ganador y muchos perdedores”.
Justamente sobre el valor, el presidente Chávez se pronunció en julio de este año: “Tenemos moneda comunal, monedas para el trueque, para el intercambio. Y eso está floreciedo, esa siembra apenas está retoñando. Se ha tomado como referencia, más que el valor de cambio, el valor de uso”.
Práctica disimil
Una fuente ligada al sector, que prefirió no ser indentificarse, difiere de Pineda: “Es una idea utópica. La gente buscará la manera de obtener ganancias en bolívares. Eso implicaría que toda la sociedad estuviera alineada con la ideología socialista y eso no está ocurriendo.
En la práctica, la experiencia no ha sido homogénea. La instrumentación termina adecuándose a las decisiones que tomen las comunidades. Por ejemplo, en el caso de El Líder, moneda de la comuna Juan 23, del 23 de Enero en Caracas, está siendo utilizada como pasaje estudiantil.
La ley establece que la moneda comunal no puede ser cambiada por bolívares, pero en este caso, al final de cada semana, los transportistas hacen la conversión por la moneda de curso legal.
El economista Pineda reconoce que esa práctica es inadecuada: “Lo ideal es que no se cambien por bolívares, porque eso se presta a intercambios distintos al trueque”. La legislación prohíbe que aparezcan los símbolos patrios en el diseño de la moneda comunal, pero en El Líder aparece la Bandera Nacional, además de la cara del Presidente.
El campo de acción de la moneda comunal es muy local. El doctor Pineda sostiene que ese es un punto rescatable, porque se generan relaciones más cercanas entre los vecinos de una comunidad. “El bolívar es muy impersonal. Esta nueva moneda genera más confianza”.
Aún así, Pineda reconoce que con esta dinámica, el intercambio entre estados se hace más complejo. “Lo que es exitoso en lo local no necesariamente lo es en lo nacional”, razona
El economista Aranguibel también confiesa que se apunta a la localización; pero cree que es una idea acertada: “Las personas van a tender a realizar sus vidas en el ámbito geográfico donde viven, y van a buscar el optimismo y no en el materialismo”.
Impacto
Pero el investigador Ronald Balza tiene un análisis diferente: “Si la moneda que tengo en la comuna no sirve afuera, cómo voy a salir. Esto obstaculiza las relaciones mercantiles entre las comunidades. Ese es el verdadero fondo de esta situación y lo que se tiene que analizar”.
Para Balza, también profesor de la escuela de economía de la Ucab, la masificación de las monedas comunales no será en el corto plazo. “Eso implica un quiebre generacional. No creo que la gente vaya a preferir ahorita esa moneda, porque fuera de su comunidad no vale nada”.
En eso coincide Pineda, quien supone que la incidencia de esta dinámica sobre la economía nacional no se verá inmediatamente, porque se trata de intercambios locales y de uso corriente.
Balza considera que no se justifica la creación de monedas comunales porque son redundantes, ya que con ellas se pueden hacer las mismas transacciones que con el bolívar; la diferencia es que no funciona fuera del territorio de la comuna. “Sería más adecuado tener bolívares para acceder a todos los bienes. Habría que ver cuán comprometido está el BCV con la supervisión de esto, porque si conservar el valor del bolívar ya es algo difícil, hacerse cargo de las monedas comunales, es complejo y redúndate”, agrega.