Chávez se despide y se marcha a despachar desde La Habana. Deja una línea de sucesión por TV, hecho inédito en nuestra historia Republicana… Se avizoran cambios. No sé si de mandatario, pero si de hábito, quiero decir, abandonar esa mala costumbre de delegar tareas. Nadie a esta hora puede seguir pensando que saldremos del vacío de poder en ciernes, de la mano de la “vieja política”, apuntalada por una oposición que aún no precisa cómo echar el carro a anda
La gente ha comprendido que la unidad no es un valor confinado a una marca de campaña. La disidencia toda del país (no sólo la oposición visible), más los decepcionados de Chávez y los hastiados que se abstienen, hoy entienden que las cosas no van a mejorar si no hacemos de la causa-país, una causa propia. Ha alumbrado una determinación consciente de la mayoría de los venezolanos, de tomar partida en el rescate de la democracia. Y no hablo de seis millones y medio de electores que “generosamente” Smartmatic y en CNE reconocieron. Hablo de una porción muy superior que dará cuenta de su fatiga, de sus desengaños y de sus más incontenibles deseos… Al decir del Florentino Maquiavelo, el alea es la circunstancia que habilita o liquida al “príncipe”. Vector que aunado a la ineficiencia en los actos de mando y una reiterada torpeza en provocar a la sociedad, cataliza los desenlaces. No es la muerte del príncipe la que decreta su fin. Es la asertividad de su contendor. Y hasta ahora los contendores no han sido audaces, sólo parlantes.
Inexcusable
La ausencia de un nuevo modo de pensar la política y de organizarse, comienza a ser inexcusable. A estas alturas, estamos persuadidos que hemos sido cercados por un espejismo revolucionario de pretensiones totalitarias, que posta una soga electoral y una treta miliciana, para contener la voluntad popular. Y bajo esa estaca, no habrá salida justa. Hemos vivido un ciclo histórico personalista y troglodita, que ha hecho de Venezuela un navío al garete, cuyo capitán ahora se aparta del timón. ¿Adónde vamos? A donde decidamos marchar. Pero no con la brújula de quienes no han sabido mirarla. Capriles tuvo la irrepetible oportunidad de asumir la vocería del país nacional, pero optó por proteger su parcela en Miranda. Era el llamado a liderar un complejo proceso de transición y reaglutinación política. Pero fue muy joven y pequeño ante el compromiso.
Hace rato que ese proceso retrógrado e involutivo, debió ser abortado. Pero el colaboracionismo de algunos actores de oposición, su pragmatismo político, la banalización de nuestro drama-país y el salto de talanquera de dirigentes exchavistas a filas de oposición (recibidos como héroes), nos ha llevado a derrotas más dolorosas que las que estábamos dispuestos a asimilar, advertidos del ventajismo oficial. Nos vendieron una organización partisana impecable e implacable que jamás existió, con una participación horizontal de todas las fuerzas opositoras del país, que no se convocaron. Ha sido un juego perverso y soterrado, donde el esquema ha sido “legitimarse” recíprocamente. Y el país ya no está para seguir jugando a revolucionarios y contrarrevolucionarios por TV, simulando un partido de pelota.
Aunque luzca paradójico la salida del accidente histórico en que estamos metidos, pasa por el ejercicio de una resistencia pacífica radical y mucha prudencia. No consiste en ninguna aventura encubierta ni conspirativa. Es la emergencia frontal de un movimiento de movimientos (Prof. Manuel Rodríguez Mena), de profunda dignidad y convicción cívica, para defender lo elemental: el respeto a la condición humana y a la propia constitución de Hugo Chávez. Ahora la alertada enfermedad del Presidente, pone en el tapete la activación del 233 y 234 de la CB. ¿Lo exige coherentemente la oposición? ¿O sigue pendiente de sus arreglos electorales?
Identidad
Las condiciones demandan nuevos grupos organizados en defensa de sus intereses directos. Mis hijos, mi vida, mi casa, mi negocio. Un movimiento que irá de la casa a la calle y no al revés. Una resistencia ciudadana cuya identidad no es electoralista, por no estar interesada en defender espacios estrictamente de poder, sino personales. Una gran alianza-país donde los políticos convencionales no organizarán la vida ciudadana, sino los ciudadanos se encargarán de construir la nueva política en momentos decisivos, sin vacilación y exceso de negociación. La estabilidad republicana, no se negocia. Se hace cumplir.
Venezuela está a “minutos” de caer en un abismo político descomunal. El último legado que quiere imponer el presidente Chávez, es un dócil feudo comunista. El objetivo es desmantelar lo que queda del Estado Federal. El asalto comunal -manifiestamente inconstitucional- busca un poder de arriba hacia abajo, sin bandas medias, suprimiendo los cuerpos de representación tradicional: gobernadores, diputados, alcaldes, gremios… hasta llegar a las puertas de nuestras casas, colegios e iglesias. Ante un escenario radicalmente invasivo, el pueblo y la sociedad civil comprenderán que sus intereses no van a contravía. Pero no habrá alianza posible, si los seguidores del presidente Chávez ven las mismas caras del otro lado. Por ello se imponen nuevos actores, nuevos movimientos. A nuestra clase política le expiró la licencia con seguir manejando el país de la mano de la Dra. Lucena.
No han sido tales…
Chávez no la tiene fácil. No es un tema salud. Es un asunto interno y externo de desgaste y de gestión. Sus victorias no han sido tales. Somos nosotros quienes nos hemos dejado vencer. Chávez es derrotable en cualquier terreno; político, social o electoral (aun con su filete electorero). Pero urge articular un respuesta-alternativa contundente, al esquema legionario y mítico que ha prevalecido en 14 años. Hemos estado entrampados en un stage comicial donde el fraude es lo de menos. Lo más sensible ha sido sucumbir ante retórica, no sólo oficial, sino la de la MUD en todas sus versiones. Mientras el gobierno privilegia a su militancia y desfavorece al pueblo que ya no le secunda, inmensos espacios de incursión sociopolítica, han quedado desatendidos, hasta que aparece un nuevo tarjetón electoral.
Vivimos un momento de impostergables retos ciudadanos. O reaccionamos o apagamos la luz. Ni chavistas, ni quienes le adversan, son las víctimas de sus propias disputas. Por el contrario. De algún modo figuran, protagonizan, se pagan y se dan el vuelto (con contadas excepciones). Vienen tiempos de vacíos de poder, de choque. No precisamente entre Chávez y oposición, sino de aquellos entre sí. El colmo sería que nos vuelvan agarrar pasivamente embriagados de electoralismo, pariendo un voto que no se contará. La prudencia es la reina del accionar político. Momentos que podrían sentar las bases de la nueva política para un nuevo país, en la cual el primer actor es Usted. El 07-O sentenció un continuismo entredicho. Pero también un entreguismo inaceptable.
Es momento, además, de luchar por la liberación de los presos políticos y el regreso de los expatriados. Momentos de reconciliación nacional, haciendo justicia. El voto -en cualquier escenario- es un medio, no un fin en sí mismo. El fin es rescatar la convivencia libre y ciudadana. Y para eso hace falta mucho más que medir ausencias, sucesiones o mojarse el meñique.
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