Esta analogía existe porque el comportamiento y sentimiento que acompaña a ambas adicciones es muy similar y deja a quien la padece, sin libertad o voluntad, pues más que un vicio o placer, la adicción se vuelve una necesidad forzosa.
La principal diferencia que distingue a esta adicción, es que todos los seres humanos necesitamos sentirnos amados y aceptados; por lo tanto, cuando la aparente adicción se refiere a la necesidad exagerada de sentirse amado y aceptado por otras personas, como parejas, amigos o compañeros de trabajo, el término correcto que suele emplearse es “dependencia”.
Para entender mejor cómo esta dependencia puede llegar a transformarse, de una necesidad común a una enfermedad, tenemos que entender cómo se origina, es decir cómo pasa de ser algo normal en el desarrollo de todo ser humano, a una enfermedad para algunos.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define al amor como el “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro con otro ser.” Si tomamos esta definición como referencia, podemos partir de la idea de que es nuestra propia insuficiencia la que nos lleva a buscar a otros, y que eso se llama amor.
Es una idea poco romántica, pero muy tierna si se piensa en que para todos nosotros el momento de mayor insuficiencia fue nuestra infancia, entre más pequeños, más dependientes éramos de nuestras mamás y familias. En esa misma escala era nuestro amor por ellas y la dependencia que sentíamos.
Conforme crecemos, se espera que necesitemos menos de nuestra mamá y que, poco a poco, podamos hacernos cargo de nosotros mismos y nuestras necesidades. Digamos que al mismo tiempo que nos cuidan, se espera que aprendamos a atender nuestras propias necesidades, en el largo camino hacia la independencia.
Este camino está lleno de obstáculos. No corresponde sólo a nuestra mamá o familia el cuidarnos, también otras esferas sociales se encargan de enseñarnos a ser independientes.
Los tropiezos en este cuidado y acompañamiento, provocan huecos emocionales en el proceso de maduración de las personas, bien sea por carencias o excesos en los cuidados primarios.
Ya sea que la persona crezca con carencias de amor y cuidados, o que crezca habituada a recibir todo de los demás, el resultado como adulto consistirá en la dependencia emocional.
En la edad adulta se comportará como niño, esperando recibir de los demás todo ese afecto que le hace falta, y/o querrá ser cuidado y consentido, al no sentirse capaz de hacerlo solo.
El nombre científico con el que se conoce a esta condición es “Trastorno de la Personalidad por Dependencia”, y de acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM -IV) que define los criterios que se usan en psiquiatría para diagnosticar enfermedades mentales, este trastorno en particular, se distingue por lo siguiente:
Una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de separación. Se manifiesta iniciando la edad adulta con al menos cinco de las siguientes características:
- Dificultad para tomar las decisiones sin que lo aconsejen en exceso y espera siempre, la reafirmación por parte de los demás.
- Necesidad de que otros asuman la responsabilidad en las áreas fundamentales de su vida.
- Dificultad para expresar desacuerdo debido al temor a la pérdida de apoyo o aprobación.
- Dificultad para iniciar proyectos o para hacer las cosas a su manera.
- Va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr protección y apoyo de los demás.
- Se siente incómodo o desamparado cuando está solo, debido a sus temores exagerados.
- Cuando termina una relación importante, busca urgentemente otra relación.
- Siente miedo al abandono que lo obligue a cuidar de sí mismo.
Quien padece de este trastorno requiere de atención profesional. Quizá, en el fondo, toda adicción sea una adicción al amor; algunos cubren sus carencias emocionales buscando estar siempre acompañados y otros mediante la ingesta de sustancias.