No existe nadie en el mundo –ni siquiera aquellos que fueron tocados con la varita mágica y de la noche a la mañana pasaron de ser plebeyos a príncipes–, que resista a un archivo. Desde el minuto cero en que se supo que el inminente rey Guillermo comenzó un noviazgo en 1999 con Máxima Zorreguieta, la corona holandesa inició una maquinaria de investigaciones para saberlo todo acerca de una aún plebeya desconocida de un país del Tercer Mundo llamada Máxima Zorreguieta.
Que ella esté por sentarse en el trono de una de las monarquías más importantes de Europa, no significa que no haya existido una época donde gozó de cierto anonimato que la hacía llevar una vida totalmente antagónica a la que se respira en torno a una Casa Real. Máxima fue eso alguna vez: una chica normal. En los tiempos en que ella era una profesional –en los 90 trabajó en Boston Securities S.A., en HSBC y en la División Mercados Emergentes de Dresdner Kleinwort Bedson– tuvo sus épocas de soltera donde disfrutó de salidas, casamientos, cumpleaños y asados. Hoy, algunas de esas imágenes, donde se la ve con una cara mucho más aniñada –aunque con la misma sonrisa y frescura– fueron eliminadas por la Corona. Varias de esas instantáneas que la retratan tomando alcohol, fumando un cigarillo o, simplemente, pasándola bien.
Cuando el 30 de marzo de 1999 se comprometió con Guillermo, muchas de esas postales fueron buscadas por periodistas de todo el mundo. Y en esa cacería participó también la Casa Real de Holanda, para que aquellos “materiales sensibles”, no sean publicados. De hecho, deben existir hoy fotos que la propia Máxima se encargó de guardar para siempre. La futura reina de Holanda, al igual que la monarquía a la que pertenece, contaron con una ventaja: hicieron este resguardo en tiempos donde recién se empezaba a hablar de Download, YouTube y videos privados.
Algo parecido le pasó a la Lady Di, quien al comprometerse con Carlos de Inglaterra, comenzó a ser investigada. Hace poco tiempo salió publicada una foto donde se le ve acostada en un sofá junto a un joven desconocido que está leyendo un libro. Junto a la pareja hay una botella de whisky, una postal nada aconsejable para una aspirante a princesa.
Orange BA. Seguramente, los padres de Máxima supieron acompañar este descarte pasado. A ellos también les cambió la vida cuando su hija se convirtió en princesa en febrero de 2002. Pero, ¿qué es de la vida de Jorge Zorreguieta y María del Carmen Cerruti? La calle Uriburu al 1200 luce como cualquier otra del barrio de Recoleta. Allí está el edificio donde los padres de Máxima tienen su departamento desde hace más de veinte años. Pasan los días con total tranquilidad; parece que nada ha cambiado para ellos. Apenas están un poco alborotados por estas nuevas visitas que están recibiendo de parte de la prensa, como cada vez que su hija es noticia. “No tienen custodia, pero sí pidieron a los encargados del edificio que no dejen entrar ningún tipo de caja o encomienda por miedo a un atentado”, contaron a este diario. Ayer por la tarde, PERFIL cruzó unas palabras con María del Carmen. “Estamos muy orgullosos de nuestra hija”, le dijo a este cronista cuando salió a hacer una compra. Respetuosa, aclaró que no iba a hacer ninguna otra declaración. A María del Carmen es la que más se la ve por el barrio. Se levanta muy temprano, hace algunas compras en un supermercado vecino a su casa. Otras veces, también por la mañana, va a Pilates. De vez en cuando, lleva ropa a la tintorería: ella misma deja las corbatas y trajes de su marido. Los fines de semana, va a visitar a su otra hija, Inés, quien en el último tiempo estuvo sufriendo algunos problemas de salud. “Se va temprano, almuerza con ella y vuelve a su casa”, contaron.
Jorge Zorreguieta no sale tanto. “Se lo ve poco y nada, está más grande, desde que ya es un militar retirado se le fueron cayendo un poco los caballos”, deslizó otro vecino. El que suele visitar a sus padres es Juan, otro de los hermanos de Máxima. El viernes pasado se encontró con su padre y el orfebre Juan Carlos Pallarols, quien está preparando un regalo para la futura reina.
Los Zorregieta, ya se anticipó, no participarán del acto de coronación de su hija.
Argentinos en Holanda
PERFIL ubicó en Holanda a cinco argentinos y en general, concuerdan en que les da orgullo que Máxima sea reina. Laura Calo, está allí desde 2005, dice que “a pesar que hay muchos argentinos acá que la juzgan por el pasado de su padre; eso no es culpa suya.” Ese pasado, es decir, haber sido funcionario de la dictadura de Jorge R. Videla es lo que no le cierra a Federico Toci: “¿ella sabrá la verdad de lo que pasó? Igualmente, la gente la adora. Cuando recién llegué, buscando trabajo en una granja, cuando dije que era argentino, los dueños me hablaron de ella y yo no tenía idea de quién era, pero decía a todo que sí y me invitaron a tomar un café y a almorzar.”
Carolina Esquivel, quien arribó hace un año cree que la llegada de Máxima “fue buena para los argentinos que vivimos acá, ya que ayudó a que nuestra imagen sea un poco más positiva en Europa.” Ianina Lipara, es especialista legal de la Red Judicial Europea y está convencida que “la Corona nos acerca a la Argentina aunque la relación con nuestro país la hacen mayormente los medios porque transmiten más cosas nuestras que antes.” Fabiana Alonso, quien vive desde 2007, dice que “tiene un carisma muy fuerte acá, y sumado al temperamento argentino, hace que a todo el mundo le caiga bien, incluso a los que no están de acuerdo con la Realeza.”