Fausto Masó: La junta virtual

Fausto Masó: La junta virtual

Para conservar su imagen internacional el chavismo oculta que en Venezuela gobierna una virtual junta cívico militar, compuesta por Rafael Ramírez, que representa el control de los recursos económicos; Diosdado Cabello, el Ejército y el partido, y Nicolás Maduro, el gobierno. Los viajes a La Habana de los tres, a menudo en grupo, los muestran como las cabezas de este mando colegiado, similar al que en ocasiones rigió en la URSS. En el triunvirato Maduro posee menos poder real, aunque sea la cabeza visible del régimen, porque carece del carisma y de la influencia militar que poseía Chávez, pero con el tiempo intentará aumentar su autoridad, en especial en la esfera militar. Maduro está obligado a no despreciar los intereses y las opiniones de los otros líderes chavistas, su liderazgo será menos personalista.

Por ahora, y por un buen tiempo, los tres actuarán unitariamente, bajo la mirada de Hugo Chávez. Al encargar a Jaua de las relaciones diplomáticas, lo alejaron de Miraflores. Los conflictos surgirán una vez que el pastel, la herencia política, se haya consolidado y aparezcan las contradicciones, los puntos de vista opuestos, sin que la autoridad de un Chávez imponga el criterio de Miraflores.

Diosdado habla por el triunvirato. Pide orden el 4 de febrero a los que se están saliendo del redil, a los que se creen con derechos hereditarios; llama a la disciplina a los seguidores de Chávez; se dirige a los militantes chavistas que piden unas primarias abiertas. En Aporrea publican cartas que se refieren a las primaras como a una farsa. Estas quejas las sofocaba Chávez con dos gritos, como impuso a Ameliach en Carabobo frente a las protestas de los chavistas en un acto en Puerto Cabello. Ahora Nicolás Maduro, Ramírez y Diosdado soportarán estas posiciones de independencia que respaldan los gobernadores de estados importantes, o militares como el actual gobernador de Nueva Esparta. Las disensiones, inevitables en cualquier partido del tamaño del PSUV, llevarán a la división, como le ocurrió a Acción Democrática.





Cuando el PSUV celebró primarias, Chávez aprendió que las primarias las ganan a menudo los que no siguen ciegamente al jefe, y sólo son viables en un partido realmente democrático. Ahora imaginamos que un Arias Cárdenas, el segundo hombre del 4 de febrero y gobernador del estado más populoso del país, pretenderá poseer una independencia y un poder que le faltaba frente a un Chávez en Miraflores; de hecho Chávez lo impuso en el Zulia, igual que a los actuales gobernadores de Táchira, Nueva Esparta, Anzoátegui…

Diosdado también amenazó a la oposición en la Asamblea. Igual que cuando Chávez obligó a Rosales a exilarse, quisiera que Capriles abandonara el país, junto con los otros diputados de Primero Justicia. Por ahí van los tiros, perseguir a la oposición y acallar la disensión interna. Esta vez Diosdado ordenó enviar a prisión a los dirigentes de Primero Justicia y, obviamente, los jueces no le llevarán la contraria si les piden cumplir la orden.

Maduro prefiere, por ahora, imponerse a la fuerza. La retórica revolucionaria que utiliza Diosdado condena a los burgueses, los gusanos, los escuálidos, les concede un espacio decorativo para que sirvan de adorno “democrático”, pero nunca se les reconocerá el lugar que les corresponde en una democracia a los que representan seis millones y medio de votos.

Vienen tiempos de amarrarse los pantalones.