Por lo que ya se empieza a asomar en materia de grandes acuerdos comerciales, el norte parece que seguirá siendo el Norte.
¡Cuántas veces hemos oído y leído en clave catastrofista desde hace muchas décadas que los países capitalistas desarrollados estarían en trance próximo -¡a la vuelta de la esquina!- de derrumbarse a causa de sus crisis cíclicas!
Nunca faltaron aves agoreras, economistas marxistas o marxianos, dependentólogos variopintos, pitonisos o profetas milenaristas, que anunciaran el desplome inminente de las economías de mercado y del imperio mundial del capitalismo.
La última crisis, la que arrancó en el 2008, generada por las hipotecas basura en EEUU, reactivó nuevamente esos siniestros augurios para el Norte desarrollado.
En nuestro país, Venezuela, vimos a iletrados izquierdosos, emocionarse, como si se estuvieran confirmando las predicciones de su líder revolucionario. ¡Ahora sí! El capitalismo tiene los días contados, se abre paso el socialismo del siglo XXI, el paraíso celestial en la tierra no se hace esperar.
Sin embargo, pareciera que por los vientos que soplan en el planeta, se quedaran defraudados estos ingenuos apocalípticos
La economía norteamericana, obviamente, muy golpeada, comienza a recuperarse. Ralentizada, sí, pero tomando de nuevo su curso. Sus enormes recursos le permitirán superar la dura prueba.
Los europeos, aún inmersos en el huracán, también dan señales de que en pocos años se revertirá la caída, gracias a las fuertes medidas de ajuste que han debido tomar dolorosamente. La luz al final del túnel se ve, aunque algunos países deberán sufrir todavía fuertes restricciones y alto desempleo.
Esta grave crisis hizo que se volteara la mirada hacia países emergentes que han podido capear el temporal con cierta comodidad. Gobiernos como el nuestro han apostado a esta opción (“Nuestro norte es el sur” ha declarado Chávez), de cara a las grandes potencias tradicionales en dificultades.
En nuestro patio, Brasil es uno de ellos. Forma parte del grupo llamado BRICS. Éstos han pretendido, de alguna manera, abrirse por su propia cuenta, tratando de convertirse en un polo de poder político-económico alternativo en el mundo, habida cuenta de la debilidad de los grandes.
Brasil es el hegemón suramericano. Potencia del Mercosur e impulsador de UNASUR. En el bloque mercosuriano, junto a Argentina, impone su voluntad.
No pocos problemas de incumplimientos de normativas y retrocesos, confronta este proceso de integración. Su débil fortaleza institucional y su indisciplina, lo desacreditan; de allí que países como Chile, invitado desde el principio a participar en él, como lo hubiera querido el Barón de Rio Branco, se haya negado a ser miembro de pleno derecho. En Mercosur, en los últimos años, no sólo la exuberante retórica se ha potenciado a pesar de los magros resultados concretos; también el sesgo político ideológico en detrimento de lo comercial, ha marcado y debilitado el proceso.
Uno de los fracasos de este bloque es haberse estancado y no abrirse más al mundo en lo comercial. Sobre todo, es llamativo que siendo Europa el principal socio comercial de Brasil y Argentina, no hayan sido capaces, después de 10 años de negociaciones, de concretar un tratado de libre comercio con la Unión Europea.
Ahora resulta que las grandes potencias del Norte, EEUU y la Unión Europea, han decidido iniciar en pocos meses una negociación de un acuerdo trasatlántico de libre comercio. Esta posibilidad fue largo tiempo debatida y esperada, y, sin exagerar, creo que será casi que una negociación del tamaño de la actual OMC. El presidente Obama lo anunció en los días que corren en su discurso sobre el Estado de la Nación.
No escapa a nadie que el objetivo fundamental es impulsar el crecimiento de ambos socios y fomentar el empleo en sus países, a la par que crean un frente unido de cara al ímpetu de la China. Manuel Durán Barroso, presidente de la Comisión Europea, ha dicho: “juntos formaremos la zona de comercio más grande del mundo”.
A esta iniciativa, se suma, de parte de EEUU, la de creación de la Asociación del Transpacífico, cuya magnitud y significación es evidente.
Está claro que estas movidas de los grandes plantean a los BRICS y a cualquier país, grandes desafíos. Los que tienen TLCs suscritos con esas regiones pueden estar tranquilos (Mexico y Chile, por ejemplo). Y a Mercosur, en particular, se le presenta el dilema: o se acuerda con Europa de una vez por todas, o quedará al margen de esa gran circuito comercial. Ya algunos especialistas brasileños, están planteando a su gobierno que negocie solo con Europa o EEUU, sin sus socios mercosurianos, y así impedir quedarse fuera de aquel gran pacto. Veremos qué hará Itamaraty al respecto.
En la gobernanza económica mundial, si bien se debe tomar en cuenta las nuevas realidades de las economías emergentes, pareciera también que los grandes factores de poder capitalistas siguen “vivitos y coleando”. A pesar de los discursos de los profetas del desastre, el norte sigue siendo el Norte.
EMILIO NOUEL V.
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