El cónclave que comienza el martes no solo elige a un papa como guía espiritual de una religión, sino también al jefe del Estado independiente más pequeño del mundo. El Vaticano apenas ocupa 44 hectáreas y cuenta con unos 800 habitantes.
Pero no siempre fue así.
Casi 1.000 iglesias, monumentos y un sinfín de placas conmemorativas en todos los rincones dan testimonio del poder que la Iglesia Católica ha ejercido en la capital italiana a lo largo de la historia.
En el ocaso del imperio romano durante el siglo V, Roma fue saqueada en varias ocasiones por los invasores del norte. Los papas se encargaron de su reconstrucción y gobernaron más o menos interrumpidamente la ciudad durante 14 siglos.
“Roma nunca olvidó esta herencia de protección oficial que brindaron los pontífices”, dijo Ralf van Bühren, profesor de historia del arte y arquitectura de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma.
Desde Roma, los papas no solo cumplieron una misión religiosa. También llamaron a las cruzadas para instaurar la cristiandad en oriente e hicieron política en el siempre complejo tablero de intereses europeo.
El nacimiento de Italia en el siglo XIX con la unión de los distintos reinos de la península abrió un paréntesis para la Iglesia, que se cerró con la firma del tratado de Letrán en 1929, que dio origen al Vaticano.
Estos son solo algunas de las huellas más importantes que los papas han dejado en Roma.
BASILICA Y PLAZA DE SAN PEDRO
Es el epicentro mundial del catolicismo. Durante la época del imperio, ese espacio era un circo, en el que se cree fueron martirizados muchos cristianos. Pedro, el apóstol al que según los evangelios Jesucristo encargó la misión construir una Iglesia para difundir su palabra, murió y fue enterrado en ese lugar durante la persecución del emperador Nerón en el año 64.
El emperador Constantino, quien aprobó la libertad religiosa en todo el imperio en el 313, comenzó a edificar un templo sobre la tumba de Pedro. La construcción de la basílica tal como la conocemos hoy demoró más de 120 entre los siglos XV y XVI, y contó con la participación de algunos de los artistas más importantes del renacimiento como Miguel Angel y Donato Bramante, quien construyó la cúpula. Más tarde, entre 1657 y 1671, Gian Lorenzo Bernini construyó la plaza, con su famosa columnata.
Desde la Edad Media, San Pedro ha sido el lugar preferido para la sepultura de papas.
LAS SIETE IGLESIAS
Durante el pontificado de Sixto V (1585-1590), se institucionalizó una vieja tradición del medioevo que consistía en peregrinar a siete iglesias de Roma. Según la tradición, todavía viva, los peregrinos deben visitar a pie en un solo día siete templos asociadas con los santos y reliquias más importantes: basílica de San Pedro, basílica de San Pablo Extramuros, basílica de San Sebastián de las Catacumbas, basílica de San Juan de Letrán, basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, basílica de San Lorenzo Extramuros, basílica de Santa María la Mayor.
PLAZA DE ESPAÑA
Es uno de los lugares más frecuentados actualmente por turistas y romanos. El nombre de la plaza viene dado por la cercanía de la embajada española ante la Santa Sede. Su famosa escalinata de 135 peldaños fue inaugurada por el papa Benedicto XIII en 1725. La construcción fue costeada por la casa real borbónica de España para conectar la embajada con la iglesia de Trinita dei Monti. Un siglo después, en 1856, el papa Pío IX mandó colocar la enorme columna con la estatua que representa el dogma católico de la inmaculada concepción de María.
“Se eligió la Plaza de España y no otro lugar, porque los españoles siempre habían sido defensores de ese dogma”, explicó Van Bühren.
PALACIO DE LETRAN Y VIA DE LA CONCILIAZIONE
Construido por el papa Sixto V en el siglo XVI, el palacio de Letrán fue escenario de los pactos de Letrán entre Italia, gobernada entonces por el dictador Benito Mussolini, y la Santa Sede. El tratado reconoció el Vaticano como un Estado independiente a nivel de derecho internacional. En la antigüedad, el término Vaticano señalaba el área pantanosa ubicada en la orilla derecha del Tíber.
A cambio, el papa Pío XI renunció a cualquier posesión sobre Roma, salvo el control de determinadas iglesias. Como prueba de ese renovado entendimiento, se construyó la famosa calle que conecta la ciudad de Roma con el Vaticano, bautizada con el nombre de vía de la Conciliazione (conciliación). AP