Trino Márquez: Del mito a la realidad

Trino Márquez: Del mito a la realidad

Los herederos pretenden vivir eternamente de la renta dejada por el carisma del comandante desaparecido. Elevan a Chávez al Olimpo, reservado solo a los dioses, con el propósito de atornillarse ellos en Miraflores. Son unos gorreros. ¿Cuánto tiempo más podrán parasitar su figura? No mucho, aunque probablemente las últimas gotas de la exprimidera salgan el  próximo 14 de abril.

Pasado el tiempo de la congoja, y cuando la manipulación mediática y los llantos fingidos dejen de ser eficaces, la cúpula del régimen tendrá que enfrentarse a la calamidad de país que el Teniente Coronel construyó –rodeado de sus sucesores- durante los catorce años de su nefasto mandato.

El pueblo fue tolerante, excesivamente tolerante, con la infinita incompetencia del difunto mandatario. No le importó que su ominosa política orientada a conseguir aliados internacionales a costa de perjudicar la nación, con especial rigor a los pobres. Le perdonó que les comprara a los hermanos Castro la estabilidad y perpetuidad de su régimen, entregándoles 100 mil barriles de petróleo diariamente; que firmara con los chinos unos contratos leoninos que nadie conoce; que mantuviera ese adefesio llamado pomposamente ALBA, útil solo para justificar el enorme subsidio a Bolivia y Nicaragua, entre otras naciones que se beneficiaron de su prodigalidad; que le comprara armas costosas e inconvenientes a Rusia y a Bielorrusia.

En el campo interno, el pueblo le disculpó a Chávez algunas de sus arbitrariedades más nocivas. Centenares de contratos colectivos de empleados de la Administración Pública no se discuten desde hace años, entre ellos los pliegos de los profesores universitarios. Los aumentos salariales fueron decretados unilateralmente por el Presidente sin tomar en cuenta la proposición de los empleados. Han transcurrido años desde que los trabajadores de los ministerios y organismos de la administración descentralizada –el SENIAT entra en este lote- recibieron su último incremento de sueldo. ¿Se mantendrán tan pasivos y condescendientes los trabajadores ante el nuevo gobernante, en medio de un cuadro donde la inflación evapora la escuálida paga que reciben? Si se imponen sus intereses de clase y la defensa del ingreso, podemos suponer que pronto se les acabará la paciencia a los dirigentes sindicales y a los trabajadores, por más idolatría que sientan por el camarada fallecido. Las luchas reivindicativas de las masas aparecen en el horizonte. El discurso ideológico no podrá evitarlas.

Dentro de unos días, cuando la presencia omnímoda del Comandante se haya atenuado, el país retornará a la normalidad. Durante el funeral la agresiva realidad que padecen los venezolanos ha estado eclipsada por unos actos grandilocuentes carentes de solemnidad. Esa cortina se correrá y los venezolanos volverán a toparse de frente con la inflación, la escasez y el desabastecimiento de productos básicos, la inseguridad personal, el tráfico infernal y el deplorable estado de las vías, los cortes abruptos de electricidad, la falta de agua, la basura en las calles. Tropezará con los problemas que rodean la vida cotidiana.

En ese momento el mito no podrá seguir siendo la excusa para justificar la incompetencia y la desidia, y para encubrir la corrupción que se oculta detrás del gasto público. Los nuevos gobernantes -que no están allí para presidir actos fúnebres, ni beneficiarse del capital acumulado por el finado jefe- tendrán que demostrar eficiencia en la conducción del país.

En la incapacidad manifiesta de Maduro y el grupo que le acompaña reside la posibilidad de que Henrique Capriles desarrolle una campaña con posibilidades de éxito. Durante casi tres lustros –tres gobiernos de los anteriores- esos señores han detentado el poder. El balance de su gestión ha sido funesto a pesar de contar con suficientes recursos financieros y con un jefe que los acaudillaba. Desaparecido el regente que dictaba órdenes precisas, aunque totalmente equivocadas, lo que cabe esperar es que se pierdan en el laberinto indescifrable que ellos mismos han construido.

Como el mito no les servirá para resolver los problemas reales, sino para encubrirlos, es posible que la paciencia del pueblo se agote, despierte del adormecimiento y vote por Capriles. Quedará defender esas papeletas y cobrar.

@trinomarquezc

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