Venezuela está muy lejos de los tiempos cuando Juan Vicente Gómez firmaba con las incipientes trasnacionales los primeros contratos de explotación petrolera, o cuando en la Segunda Guerra Mundial el transporte del crudo venezolano a Curaçao era asunto vital para sostener el esfuerzo bélico norteamericano. Igualmente lejos están los llamados shock petroleros de los años 70, cuando el suministro venezolano parecía fungir de pararrayos a la economía mundial. El mito de la riqueza petrolera venezolana necesaria para los Estados Unidos, creado a lo largo de casi un siglo, está por desaparecer y extraña que la propaganda anti-gringa no haya captado ese cambio trascendental. Si ahora, Venezuela deja de vender petróleo a Estados Unidos, allá, Obama encantado aprovecharía el hecho para que los ecologistas le aprueben el paso del oleoducto canadiense hasta el golfo de México que ahora se le dificulta. Más nada. A lo sumo, una llamadita a Arabia Saudita: porfa, ábreme ese grifo que tienes sin usar, pero quizás ni eso sería necesario. En el norte, un corte del petróleo venezolano sería como la picada de un mosquito.
Los norteamericanos suelen defenderse inventando nuevas tecnologías y este caso no es la excepción: el auge de la producción norteamericana es el resultado de una reciente combinación de tecnologías: la perforación horizontal y la fracturación hidráulica, o fracking, que consiste en bombear agua, químicos y arena a altas presiones para romper formaciones rocosas subterráneas. Como ejemplo del avance, la antigua explotación petrolera de Bakken en Dakota del Norte, registró en 2012 un crecimiento récord de 779.000 barriles diarios en relación al año 2011, según el Instituto Americano del Petróleo. Lo mismo aplica al gas líquido de la cuenca tejana de Eagle Ford. Y la producción crece.
Si a ello se agrega el convenio de la explotación de los yacimientos bituminosos canadienses y el acelerado incremento de extracción petrolera submarina en el golfo de México, se justifica la promesa hecha por Obama en su último informe sobre el “Estado de la Unión”, de alcanzar la independencia energética de su país.
El informe de la agencia “Energy and Capital” del 10 de marzo 2013, confirma los vaticinios oficiales de Washington según los cuales en los próximos ocho años Estados Unidos será el primer país productor de petróleo en el mundo y se encamina actualmente a gran velocidad hacia la total independencia energética.
Otros analistas dicen que al tener a Estados Unidos como exportador petrolero al mismo tiempo que lo es Canadá y México, compensándose entre los tres, los demás productores en las Américas, como Venezuela, Colombia o Brasil, no serán necesarios.
Como movimiento contrario, PDVSA en ese mismo lapso de tiempo no ha hecho sino disminuir su capacidad de producción. Sus cifras oficiales distan cada vez más de lo que informan fuentes como la OPEP o la Agencia Internacional de Energía. Un vistazo a las tablas de Producción de PDVSA año tras año, indica que hasta el 2002, por lo general la cifra de producción emitida por PDVSA era igual o ligeramente inferior a la anunciada por la OPEP y la de la AIE. Por ej. en 2001 PDVSA informó que produjo 3 millones 267 mil barriles diarios y la IAE tenía anotados 3 millones 333 mil barriles. A partir de 2003 la diferencia se invierte, PDVSA infla sus cifras y la diferencia negativa entre lo que dice y lo que aparentemente es la realidad, crece cada año. De tal manera que cuando llegamos al 2012, PDVSA dice que produjo más de 3 millones de barriles, y la OPEP le calcula una producción total en ese año, de apenas 2 millones 250 mil barriles diarios.
El plan oficial de PDVSA para el lapso 2005-2012 fue que la extracción iría de los 3,2 millones de barriles diarios (que era el nivel de 2005) a 5,2 millones de barriles diarios en 2012. Cosa que no solamente no se cumplió, sino que la producción anual bajó en 750 mil barriles diarios durante ese lapso. Ahora, el nuevo plan oficial de PDVSA que abarca el período de 2012-2018, dice que llevarán la producción de 2,9 millones de barriles diarios (nivel oficial actual) a 5,8 millones de barriles diarios en 2018. ¿Alguien sería capaz de creerlo?
Olvidando los cuentos de los pajaritos preñados, tenemos que hacia finales de los años 90 Venezuela exportaba a Estados Unidos 2 millones de barriles diarios, pero actualmente, en los últimos doce meses, PDVSA exportó a Estados Unidos – único país que le paga chin chin – apenas 950 mil barriles diarios. Lo demás es sin cobro de contado: China recibe a cambio de cancelación de viejas facturas, Cuba recibe sus 110 mil barriles diarios a cambio de los 50.000 “cooperantes” que presuntamente envió a Venezuela, el chiripero de Petrocaribe ni se diga.
Se ha despilfarrado una época de inmensa bonanza que no fue aprovechada y que – ya sabemos – no se repetirá, porque del petróleo se come si hay quien lo compra y paga, de lo contrario, el petróleo crudo no es ni maíz, ni carne, ni mucho menos un litro de leche.