Científicos de Australia buscan crear un banco genético de las especies nativas que habitan la región de Kimberley, en el noroeste del país, ante el peligroso avance del sapo venenoso americano en esa remota zona, informaron hoy medios locales.
El sapo “Rhinella marina” fue introducido en 1939 para combatir una plaga de escarabajos en las plantaciones de azúcar del estado nororiental de Queensland, pero, para desgracia de los agricultores, el sapo no se comió a estos insectos y al no tener depredadores se multiplicó sin control por casi todo el país a lo largo de los años.
El experto de la Universidad de Newcastle, Simon Clilow, comentó a la emisora local ABC que se teme que todo el ecosistema de la región de Kimberley sea afectada por el avance del sapo venenoso, que se ha convertido en una plaga “por más de 70 años y nadie ha sido capaz de detenerlo”.
“En un mundo ideal lo mejor sería tratar la causa, pero esto no va a ser posible por algún tiempo”, acotó Clilow al proponer la creación de una especie de “Arca genética”, en alusión al Arca de Noé, para salvar a las especies de Kimberley que están el peligro de extinción.
La toxicidad de este sapo es tan alta que en algunas zonas un 95 por ciento de la población de los animales que tratan de comérselos, como cocodrilos, iguanas y los gatos nativos o quolls, mueren en los meses siguientes de la llegada de este sapo americano a la zona.
En la región de Kimberley, las primeras especies que estarán en peligro por este sapo venenoso, cuya población avanza entre 30 a 50 kilómetros por año hacia otras zonas, son las iguanas, las tortugas y los cocodrilos de agua dulce, informó hoy la ABC.
“Las investigaciones en los últimos cuatro años han mostrado que de la población de nueve de especies de iguanas muy saludables, tres serán afectadas por los sapos, así como dos especies de tortugas”, explicó el científico australiano al subrayar su especial preocupación por una rana endémica de Kimberley.
El equipo de la Universidad de Newcastle visitará Kimberley para evaluar el daño potencial que supone el avance del sapo americano en esta región caracterizada por su ecosistema único.
Por ejemplo, el año pasado se redescubrió la existencia de un possum que no había sido visto en la zona en los últimos cien años y en ese sentido, los científicos quieren defender esta región casi inexplorada de los ataques “eco-terroristas del sapo”, comentó por su lado el investigador Sean Doody.
La plaga del sapo americano, que mide hasta 15 centímetros de largo y tiene la piel rugosa y con protuberancias, también ha causado estragos en Hawai (Estados Unidos), Filipinas, Papúa Nueva Guinea y otras islas del Pacífico.
Uno de los principales obstáculos para eliminar a este sapo de caña o llamado también “Bufo marinus”, que está incluido en la lista 100 de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, es la rápida reproducción. EFE