Llegar a Las Charas es posible yendo en dirección a la zona alta de Puerto La Cruz, municipio Sotillo. En esta misma vía, se llega a otros barrios populares, súper poblados y repletos de gente humilde como La Caraqueña, Las Delicias o Bello Monte.
Se cruzan caminos que se asemejan a laberintos culebreros. Ir hasta Las Charas es confirmar la estampa de nuestro mestizaje fundida en los afrodescendientes, en la sangre indígena, en la estirpe blanca. Esta zona y sus periferias son un microcosmos que encierra un pueblo despierto, dicharachero, laborioso y necesitado más que de cosas materiales, de guía y mayores valores para la vida.
Antes de subir el cerro que aloja a miles de familias, caminamos por la calle Ayacucho. Nos detenemos en la quebrada que surca esta barriada porteña desde lo más alto. La basura colma el cauce, las moscas revolotean y danzan sobre bolsas apiladas. Por montones hacen un festín aupadas por los olores nauseabundos. Compiten por las sobras y los desperdicios los perros hambrientos, a lo lejos un hombre hurga en el reguero de escombros y suciedad.
El paisaje se convierte en insumo para la queja entre Robin Rodríguez y Omar Rodríguez, voceros del Consejo Comunal Ayacucho. Ambos responsabilizan a las autoridades municipales de tal condición por las fallas en la recolección diaria de los desechos. “Todos tenemos el compromiso de colaborar con el saneamiento”
Tampoco rehúyen al cuestionamiento por la falta de colaboración de los propios habitantes, del interés de todos porque la limpieza sea un hecho concreto por encima de cualquier falta.
“Ciertamente todos tenemos el compromiso de colaborar con el saneamiento”, admite Robin Rodríguez, quien sirve de guía hasta otras áreas de la quebrada y a medida que vamos escalando hacia la parte alta de Las Charas se hace triste, molesto y abrumador ver tanta basura.
Consultado Alejandro Millán, vicepresidente de la Corporación de Saneamiento Ambiental de la alcaldía de Sotillo (Coservas), responde este ente cumple con un trabajo incesante en estos sectores, “pero recogemos la basura en la mañana y a la media hora personas inconcientes vuelven a colocar desperdicios”. “Esto es un basurero porque nadie coopera”
Odilia de Cordero es una mujer de 70 años, afirma tener más de 30 años como moradora en Las Charas. “Esto es un basurero porque nadie coopera, parece que no les importa a algunas personas las moscas, el riesgo que tiene esto cuando se llueve”.
Cordero aboga además porque el barrio tenga mejor alumbrado público, por cuanto “en horas de la noche esto es oscurísimo. Algunos de los bombillos los tenemos que comprar los vecinos”. Su solicitud surge porque hay que andarse con cuidado en horas nocturnas, tanto como en horas tempranas del día en el que mucha gente sale o regresa de trabajar.
Tomamos rumbo a El Tanque que está más arriba y allí nos encontramos con Mayra Villael y Valmore Rodríguez, voceros del Consejo Comunal El Tanque, quienes aspiran contar con apoyo gubernamental en la consolidación de la promesa de casas a familias que viven en terrenos inestables.
El Tanque es encumbrado y cerro arriba hay una estela de ranchos, casas humildes que no aguantan una ventisca huracanada, un soplido con lluvia torrencial combinada. Villael es explica que el agua llega por tuberías, aunque los que están en partes más altas deben comprar sus bombas hidráulicas que impulsan con fuerza el vital líquido. Hay quienes se surten en envases y suben cargados.
“Nos hace falta mayor respaldo oficial, porque proyectos para la comunidad tenemos”, dice enfática Villael y la secunda Rodríguez, quien considera que la participación vecinal debe ser más notoria, más animosa.
“Las calles ameritan de la fiesta del asfalto, pero antes deben reparar los botes de agua”, agrega Rodríguez, y señala con su dedo índice un hueco rebosante de agua potable. “Fíjese que esto deteriora, pero aquí esperamos a que Hidrocaribe la repare”.
Sobre la seguridad en el barrio nadie comenta mayor cosa, sólo expresan que las cosas por el lugar son tranquilas, sin dejar de admitir que puede darse un caso de delincuentes merodeando, de peleas intermitentes, de alguna situación anormal, “pero nada grave, por acá la gente es muy sana”, señaló Luisa Rodríguez, una vecina a quien consultamos al azar por la calle principal. “Las calles ameritan de la fiesta del asfalto”
Voceros de los Consejos Comunales de El Tanque y Ayacucho coincidieron en un clamor: reubicación para las familias que tienen viviendas ubicadas en los bordes de la quebrada de Las Charas.
El suelo de los patios de estas casas experimenta un desgaste progresivo. Elena López, lleva diez años con sus hijos en este lugar y solicita al alcalde Stalin Fuentes ayuda. “Claro que es atemorizante vivir sabiendo que esto está derrumbándose, pero no tengo otra casa ni a donde ir”.
Es una realidad que impacta y debe generar una respuesta por parte de las autoridades que manejan una evaluación de estas circunstancias por Protección Civil. Son diferentes las aspiraciones comunales, múltiples las tareas a resolver, basta visitar Las Charas, escuchar e ir de la mano con sus dolientes.
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