Días de bruma espesa se han vaciado sobre el país, particularmente sobre la pobrería desprotegida donde se esparce y cala el discurso mentiroso. Farsa continuada es la que se continúa gestando en la medicina venezolana, venida a menos por toda la saña sobre ella dirigida: Sueldos misérrimos, condiciones de trabajo humillantes, indignas e inseguras donde el incentivo está ausente, falta de elementales insumos, medicamentos y equipos en medio de hospitales públicos destruidos en su planta física y en su mística profesional.
La consigna es destruirla y erigir la oferta mentirosa que constituye la graduación masiva de ¨médicos¨ comunitarios, a quienes expertos en educación médica de la Academia Nacional de Medicina y la Red de Sociedades Científicas Médicas Venezolanas ha manifestado opinión negativa con base en su pobre formación y mediocre desempeño traídos por fallas sustanciales en su formación básica y clínica. Ahora pretenden enmendarlo improvisando un internado rotatorio de postgrado para intentar remendar, sobre la integridad de pacientes hospitalizados en condición delicada, océanos de ignorancia de conocimientos fundamentales y habilidades no adquiridas en su momento. La medicina de hoy día es una alta disciplina de orden científico; lo que una vez fue sólo arte como único elemento, se encuentra hoy día afianzada sobre una base científica compleja de la más alta calidad y solidez. El memo revolucionario, ha expandido la patraña para incluirlos en los postgrados clínicos universitarios, donde quieren modificar y reducir los requisitos generales y específicos para forzar su inclusión. ¿Cómo puede un técnico elemental y sin bases acceder a la excelencia de un postgrado?
Escribió nuestro padre Hipócrates, ¨los médicos muchos son de hecho, y muy pocos de derecho¨.
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