Más de 3.000 artesanos de toda Francia abren sus talleres para acercar al público trabajos excepcionales con materiales como silicona, plumas o cerámica con las que fabrican joyas, prendas o relojes para un sector que factura en ese país unos 8.000 millones de euros (10.340 millones de dólares) al año.
Javier Albisu/EFE
“Lo que hago tiene un sitio en el mercado. Hay demanda para mis productos. No sé si en China existe o no, pero sé que el valor que aporto a la creación, a la innovación y el tiempo que paso con las piezas que propongo encuentran un eco y seducen”, explicó a Efe la diseñadora textil franco-brasileña Janaïna Milheiro.
Su especialidad, que desarrolla en un taller compartido con otras dos jóvenes, consiste en trabajar con plumas para crear “piezas más bien excepcionales para la decoración y la moda”.
Se trata de un oficio fino y laborioso que requiere hasta ocho horas de trabajo manual para preparar, cortar, coser y ensamblar plumas en una malla y generar una superficie de tejido de unos 40 centímetros cuadrados.
Teniendo en cuenta que el precio de las plumas -al peso o por unidad- es elevado, el metro cuadrado de los materiales que prepara tiene un coste de varios cientos de euros, mientras que una prenda de cuerpo entero, como el abrigo que actualmente expone en la Ciudad de las Ciencias de París, alcanza varios miles de euros.
“Hay piezas que, efectivamente, son muy caras y están dedicadas solo a la alta costura o a una decoración muy exclusiva. Pero en paralelo trabajo con motivos (de dibujo) que pueden ser mucho más populares, más accesibles, y también una gama de accesorios y joyas (…) que tiene un precio mucho más abordable”, comenta desde su taller esta artesana nacida hace 27 años en Río de Janeiro.
Milheiro abre su taller parisino al gran público como una actividad programada en el marco de las Jornadas Europeas de la Artesanía, un sector con 38.000 empresas en Francia que emplea a unas 100.000 personas y factura 8.000 millones de euros (10.340 millones de dólares) al año, de los que 727 millones corresponden a la exportación, según la Cámara de Artes y Oficios (CAM) de Francia.
Se trata de una iniciativa que busca ayudar a los artesanos a ganar visibilidad como parte del patrimonio nacional de Francia y a desarrollarse en un momento de crisis económica que vuelve estos oficios extremadamente frágiles.
Aunque el espectro de la artesanía es amplio y en ese universo tienen cabida profesiones que basan su valor añadido en el saber hacer de generaciones y generaciones trabajando una técnica específica, otros se centran en materiales rompedores.
“En mi investigación, tengo la costumbre de hacer combinaciones fuera de lo normal, es decir, mezclar materiales que no están relacionados necesariamente (…) como combinaciones de silicona, seda”, comentó a Efe Tzuri Gueta, formado en Israel y residente en París desde hace casi dos décadas.
Su trabajo resulta tan excepcional que le ha llevado a colaborar con gurús de la moda como Christian Lacroix, Jean-Paul Gaultier, Guivency, Dior o Armani, casas de costura interesadas en los materiales que aborda Gueta porque es “el único que propone silicona combinada”, explica.
A través de esa materia en la que se ha especializado en los últimos “cinco o seis años” y sobre la que ha patentado una técnica que llama “encaje siliconado”, es capaz de crear productos textiles, joyas, objetos de decoración y obras de arte.
“Me gusta la innovación y crear yo mismo las herramientas y eso es lo que me ha llevado a este resultado”, sintetiza Gueta, que desarrolla un “trabajo manual, en serie” en el que “cada objeto es diferente, como las naranjas de un mismo árbol: no son idénticas pero son de la misma familia”.
Desde su taller parisino, situado cerca de la plaza de la Bastilla, explica que se inspira en recuerdos de infancia, elementos vegetales submarinos y fósiles y que no busca una definición para su profesión, a caballo entre tantos oficios.
“Me enfrento a la materia y me lleva a un resultado inesperado”, resume. EFE