Quienes ilegítimamente ejercen el poder, utilizan el trillado expediente del golpismo para negar a los venezolanos el derecho a saber lo que pasó el 14 de Abril. Con tal de preservar sus privilegios son capaces de conducir al país a un abismo institucional, evidenciando así su naturaleza autoritaria y despótica. Son golpistas congénitos.
Nuestro país pudiera terminar en la anarquía, gracias a la insaciable vocación de poder e irresponsabilidad de la Boliburguesía, léase: Nicolás Maduro, Diosdado y toda esa camarilla que el difunto Luis Tascón definía como una corrupta “Derecha Endógena”. Hoy no solo tenemos un Presidente ilegítimo, que no es reconocido al menos por la mitad del país y que en tal circunstancia, es incapaz de conducir a la Nación, sino que el Parlamento -foro fundamental de cualquier democracia- se encuentra secuestrado y en la práctica disuelto: ni mas, ni menos que un Golpe de Estado. No sabemos si el golpe es por solidaridad con Nicolás Maduro o si es parte de “las ideas locas que Chávez lograba contener”, según ha dicho el propio Diosdado Cabello. También pudiera ser un golpe que lanza el Presidente de la AN para deliberadamente complicarle seriamente el panorama internacional a “El Ilegítimo” y debilitar más aun a su contendor interno. En todo caso, estamos en presencia de un vulgar Golpe de Estado. Una operación en desarrollo, algo así como un golpe de Estado en cámara lenta.
La crisis política es producto de una severa crisis institucional y moral. Ante el conflicto planteado, resulta inútil acudir al TSJ o esperar que el CNE actúe responsablemente, nadie puede esperar imparcialidad de los Poderes Públicos, incluso la institucionalidad de la FAN está seriamente comprometida. Después de estas reflexiones y de constatar que quien ejerce la Presidencia lo hace probablemente a pesar de la voluntad del pueblo venezolano, uno se pregunta: ¿Quienes realmente son los golpistas? Vamos a estar claros: hay un Golpe de Estado y es contra Capriles, quien debió ser proclamado Presidente de la República.
Con unas instituciones desacreditadas se pretende acorralar al país y asfixiar la democracia. Sin embargo, paradójicamente, los acorralados son otros. En una democracia el verdadero poder emana del pueblo, lo contrario son formas ilegítimas de ejercerlo. La soledad de esta “revolución” se ha hecho evidente, cualquier movilización la hacen a punta de billete y en las calles solo se siente la presencia de minúsculos grupos violentos, mercenarios y burócratas de la política. Además de la presión internacional, el pueblo está distante de toda esta tramoya. Ni siquiera el chavismo de base puede explicarse por que quienes dicen haber ganado y se ufanan de un sistema electoral confiable, se nieguen a contar las papeletas de votación. La calle está hoy con Henrique Capriles, quien obtuvo un triunfo electoral pero sobre todo alcanzó una ostensible victoria política. No hay duda que estamos en presencia de una nueva mayoría en Venezuela y que Capriles pasó de ser un candidato presidencial a ser un líder con inmensa credibilidad y con una gran ascendencia en el ámbito nacional e internacional. Hoy la incertidumbre es el signo pero con absoluta seguridad Venezuela superará esta hora de angustia.
(*) Dirigente Nacional de Avanzada Progresista / Vicepresidente de la ANR del CIV