Así, tipo arquitecto de los sueños, a lo “macrobiótico” -como dirían los más incrédulos- les aseguro que esto que les anuncio arriba es totalmente cierto. ¡Niños! ustedes no tienen ni idea del poder que tienen en sus manos al pedir perdón. Y no sólo por la nota espiritual o por la tipo Carlos Fraga -que by the way, se ha comprobado científicamente que sí trae beneficios positivos a la salud (mental y física)- me refiero a un enfoque menos zen, uno más práctico pero no por eso menos útil.
Les cuento: no hay mujer en este mundo que resista un “Discúlpame, miamor” ¡Y si viene acompañado de un “Tienes razón”! ¡Uh, baby! se le cayeron todas las barreras. Esto tiene que ver básicamente con dos cosas: 1) Todos -absolutamente todos- en este mundo buscamos reforzar nuestras creencias, porque nos en-can-ta tener la razón y ciertamente en el caso de la mujer parece haber un placer extra en la circunstancia. Y 2) Porque es increíblemente seductor el hecho de que se muestren vulnerables ante nosotras. Nos colocan en un lugar especial y les abre un montón de puertas.
Ahora, tampoco lo pueden utilizar a la ligera; no puede ser un comodín, tienen que saber por qué están pidiendo perdón. No se vale aplicar la de Take That: ? “Whatever I say, whatever I did, I didn’t mean it” (Cualquier cosa que haya hecho, cualquier cosa que haya dicho fue sin querer) ? ¡No señor! Hay que asumir la responsabilidad y actuar en concordancia; no sirve de nada seguir incurriendo en el error, no pueden utilizar el “Discúlpame, miamor” cada vez que se quieran salir con la suya. Es como la pastilla del día después: va perdiendo su efecto, así que aprovechen esta arma, mientras la tienen.
Glinda Neva/ con información de Erikatipoweb