La historia puede parecer un espejismo, pero es real. Estas fotos nos llevan a un antiguo oasis en peligro de desaparecer en el desierto del Gobi, a 2.500 kilómetros de Pekín y a unos 6 kilómetros al sur de la ciudad de Dunhuang (China), en la antigua ruta de la seda. abc.es
El lago Crescent es un manantial de agua dulce en forma de media luna que el desierto aún no ha conseguido devorar. Parece que ha existido desde hace 2.000 años, aunque en los últimos tiempos había visto menguar su capacidad debido al aumento de la desertificación en la región y a un dique construido por los agricultores, que modificó la estructura del terreno. El problema es el impacto humano: se ha pasado de 100.000 habitantes a 180.000 en la zona, decían los especialistas. En 2005, un artículo de The New York Times alertó del problema: el mágico oasis de la media luna se hundía poco a poco bajo el desierto.
En 2006 el gobierno local decidió tomar medidas en el asunto, para salvar este tesoro natural e icono turístico en la zona. Hay que tener en cuenta que el lago pasó de tener, en la década de los 60 del pasado siglo, una profundidad media de unos 4,5-5 metros, y máxima de 7,5 metros, a un promedio de menos de un metro en los años 90. A partir de la intervención de los últimos años en diferentes frentes, como la prohibición de hacer nuevos pozos, ha recuperado una parte de su tamaño y profundidad.
El oasis y la zona en general sobreviven fundamentalmente gracias al turismo. Cerca de 500.000 personas pasan por aquí cada año. Muchos vienen a ver la pagoda situada junto al lago. Muy cerca están también las famosas cuevas de Mogao, también conocidas como las Cuevas de las Mil Budas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Son más de 400 templos, decorados con pinturas murales del siglo IV, donde se han hallado miles de esculturas, manuscritos, etc.
El lago mide 218 metros de largo por 54 de ancho. La medida luna de agua, la pagoda y la franja verde que rodea el oasis han sido inolvidables para todos los turistas, peregrinos de los templos cercanos y comerciantes de la ruta de la seda que han pasado por aquí desde hace siglos. Ahora, los camellos sirven como reclamo para hacer una ruta sobre la arena, en un entorno tan singular.
Fotos AFP