Argelia Ríos: Venezuela en “el mar de la felicidad”

Argelia Ríos: Venezuela en “el mar de la felicidad”

Venezuela está montada sobre una bomba de tiempo. A menos que el gobierno apele al pragmatismo realista que las circunstancias imponen, nadie está en capacidad de desactivarla. “La sucesión” se encuentra en una encrucijada y necesita resolverla con prontitud… El país de Chávez no es el de Maduro. El “líder fundador” tuvo en sus manos recursos ilimitados que le permitieron jugar al socialismo, sin que los ciudadanos se apercibieran del peligro que el experimento representaba. La bonanza económica sirvió para reducir las resistencias de la gente, que por años estuvo convencida del aparente carácter inofensivo de la propuesta revolucionaria. El socialismo del comandante -ése que se ambientó en la bonanza y en la euforia consumista que el propio poder estimuló- no se parecía en nada al del “mar de la felicidad” cubana. El de su “heredero”, en cambio, es el socialismo de las vacas flacas, de la carestía, el desorden y la inestabilidad… Allí radica el drama de fondo y el origen del deslave de “proyecto” bolivariano.

Maduro no tiene otra opción que no sea la de poner los pies sobre la tierra y valorar las posibilidades reales de sostener un modelo cuyas agrietadas estructuras se están desplomando a ritmo acelerado. La descomposición ocurrida en apenas cuatro semanas es un exacto reflejo de la vertiginosidad del desmoronamiento. Una cosa es conservar la opción preferencial por los pobres -que ya nadie puede desconocer ni revertir- y otra muy distinta es insistir con obstinación en fórmulas que se han vuelto inviables e insostenibles. La preservación del legado de Chávez exige decisiones dramáticas en el campo de la economía, a la cual están atadas todas las percepciones negativas que hoy alteran la estabilidad del país. La actual no es una crisis cualquiera: en realidad, el país se enfrenta a la sumatoria de varias de ellas que, al converger en un mismo momento, amenazan con seguir afectando severamente, no sólo la gobernabilidad -que ya está resentida-, sino el futuro de quienes componen el establishment político bolivariano.

Las crisis de liderazgo, la política, la económica, la del modelo, la de la burocracia y la de la gestión, poseen una carga de pólvora casi insostenible, porque todas están coincidiendo con otras dos de las que puede saltar el chispazo letal: el pueblo que asoció al socialismo con la economía boyante que Chávez administró repartiendo dineros a su paso, hoy experimenta una crisis de expectativas y una crisis de identidad: lo que le vendieron no es lo que compraron. Los venezolanos nunca han querido que Venezuela se parezca a Cuba. Eso explica sus crecientes simpatías por el cambio.





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