Ana Lidia Martins nació con una grave deficiencia visual que le permite solo 15% de visión en el ojo derecho, nada en el izquierdo. Pero eso no le impidió recorrer 100 kilómetros de sendero entre Brasilia y la ciudad vecina de Pirenópolis.
Martins, una masajista de 52 años, hizo el recorrido a finales de abril en una bicicleta tándem conducida por Anabe Lopes, una funcionaria pública apasionada por el ciclismo, junto a otros 800 aficionados al pedal, en uno de los eventos de ciclismo de montaña más grandes de Brasil.
Ambas forman parte del grupo Deficientes Visuales en el Sendero (DV Na Trilha, en portugués), una asociación de voluntarios que permite que ciegos vivan la alegría y la sensación de libertad que proporciona la bicicleta. El grupo está formado por deficientes visuales, como Martins, y ciclistas aficionados, como Lopes.
Dentro del grupo que hizo en abril el recorrido Desafiando Límites, un tradicional encuentro ciclístico que se realiza anualmente en la capital brasileña, iban siete bicicletas dobles con integrantes de DV Na Trilha, cada una con un ocupante con grados variados de ceguera.
“Nunca imaginé que yo un día iba a andar de bicicleta. A veces cuando termino un recorrido y estoy descansando me quedo pensando cómo es posible que yo, con mi condición, pudiera hacer esto”, comentó Martins a la AP, poco antes de partir en el recorrido de 100 kilómetros.
Fue en el grupo donde conoció a Lopes, con quien desarrolló una amistad personal que las llevó a participar juntas en muchas otras actividades ciclísticas. “Nosotras vamos juntas a muchos recorridos en bicicleta, ella es la compañera perfecta para los paseos, me va contando todo lo que se ve por el camino”.
El grupo DV Na Trilha nació casi por accidente. Ocurrió en 2004 cuando un grupo de ciclistas llamado Mountain Bike Brasilia, como acción social de fin de año, decidió conseguir unas bicicletas tándem prestadas para llevar a pasear a alumnos del Centro de Enseñanza Especial para Deficientes Visuales.
“Nadie imaginó lo que iba a pasar”, comentó Simone Cosenza, una psicóloga y funcionaria pública que participó en ese evento de 2004 y actualmente coordina el DV na Trilha. Al terminar el breve recorrido de 5 kilómetros, la emoción era evidente, hubo abrazos, llanto, especialmente de parte de los ciegos que descubrían una sensación hasta entonces desconocida para ellos al subirse a una bicicleta.
“Cuando terminó el evento supimos que no podíamos parar. Eso fue en diciembre de 2004 y ya en 2005 comenzamos a buscar apoyo y comprar bicicletas. En 2006 comenzamos con encuentros semanales los sábados para pedalear con los deficientes visuales”, recordó Cosenza. Actualmente los encuentros son quincenales.
El grupo cuenta con un promedio de 50 ciclistas voluntarios que pueden servir de conductores y 20 deficientes visuales, con una lista de otros 30 ciegos esperando la oportunidad para entrar.
La asociación se financia con la venta de camisetas de ciclista y el dinero recaudado les permite dar mantenimiento a las bicicletas, comprar repuestos y pagar el hospedaje y alimentación de los deficientes visuales que viajan a pedalear, puesto que en su mayoría son de familias carentes.
El grupo cuenta con el apoyo de algunas empresas, como una panadería que proporciona los bocadillos los sábados que se reúnen para pedalear, una clínica oftalmológica de un ciclista que atiende gratuitamente a los ciegos y un gimnasio que recientemente comenzó a dar entrenamiento físico a los miembros del grupo.
El modelo creado en Brasilia ya se extendió a otras partes del país. Un ex integrante del grupo que se fue a vivir al estado sureño de Santa Catarina ayudó a fundar una organización similar, mientras otras experiencias recientes surgieron en Sorocaba, en el interior de Sao Paulo, y Río das Ostras, en Río de Janeiro.
DV na Trilha vivió el año pasado un momento difícil, cuando ladrones entraron a robar en el local donde guardan las bicicletas. Además del robo de bicicletas y piezas, los invasores destruyeron gran parte de las cosas que no pudieron llevarse.
Pero la tragedia se convirtió en una bendición. Cuando el grupo divulgó en su página de Facebook la noticia del hurto, una ola de solidaridad surgió en todas partes de Brasil, y con ello llegaron contribuciones en repuestos, bicicletas y dinero, que les permitió recuperar lo perdido y comprar otras cinco tándems, recordó Cosenza. El grupo actualmente tiene 20 tándems.
“Hasta ese momento no teníamos idea de la dimensión de la credibilidad que el proyecto tenía. Para nosotros era simplemente un grupo de amigos que se reunía para compartir el placer de pedalear con deficientes visuales, pero la respuesta nos hizo ver que el proyecto había adquirido mucha credibilidad y reconocimiento”, dijo la coordinadora del grupo.
Para la educadora Gisela Ricarte Schneider, quien trabaja con deficientes visuales y auditivos, la participación en el grupo de ciclismo ha sido una gran ayuda para los ciegos.
“Para ellos es una sensación maravillosa de libertad. Sentir el viento en el rostro, el desplazamiento en la bicicleta y la posibilidad de viajar es un estímulo para ellos. Se sienten acogidos en el grupo y la posibilidad de hacer estos recorridos mejora mucho su autoestima”, comentó Shcneider, de origen alemán. Tres de sus alumnos integran DV Na Trilha.
Entre los participantes del Desafiando Limites de este año estaba Ailton Coelho, un atleta múltiple de 27 años con ceguera total quien hizo el recorrido con Harley Carvalho como socio en la tándem que ellos bautizaron como “Jurema”. Juntos recorrieron en menos de siete horas el trayecto que atraviesa fincas ganaderas, bosques y caseríos hasta la ciudad histórica de Pirenópolis, un tiempo que los situó entre los más rápidos.
“Lo importante es mantener la sincronía en el pedal. Uno tiene que ir comunicando todo (al deficiente visual), si va a girar a la derecha, a la izquierda, si viene una subida, si es muy empinada o si hay una bajada. Incluso le describo el paisaje”, comentó Carvalho, un voluntario de DV Na Trilha.
“Pedalear es ir más allá de la emoción, es como correr en el parque sin saber a dónde va a llegar, es luchar para vencer cada obstáculo y superar cada límite e ir en busca del objetivo, que es llegar, no importa cuándo”, escribió Coelho en un testimonio sobre su experiencia. “Desafiando Límites 2013 concluido con éxito”.
Más difícil le tocó a José Carlos Oliveira, un periodista y funcionario de la Cámara de Diputados, quien hizo el recorrido como guía de Rubens de Oliveira, de 45 años, portador del síndrome de Usher, una condición que lo deja sordo y mudo, con una visión limitada bajo la luz del día y nula cuando es de noche.
“En este caso no hay comunicación, hay que salir pedaleando y esperar que todo salga bien”, comentó Oliveira. Y así ocurrió: este par completó exitosamente el difícil trayecto de Desafiando Limites en los dos años consecutivos que participaron juntos, 2012 y 2013.
Al atardecer, Ana Lidia Martins llegó a la meta final del recorrido. Era el segundo año consecutivo que participaba de Desafiando Limites y de nuevo logró completar el recorrido junto a un ciclista conductor.
Con lágrimas en los ojos por la emoción fue a recibir la medalla de conclusión de la prueba. “Caramba, lo conseguí de nuevo”, dijo. AP
Fotos AFP