La revolución los ha hecho más superficiales, menos proactivos, más irreflexivos. Nada se piensa ni se recapacita, nada se consulta, cualquier pensamiento o idea absurda se lanza y al que le caiga, le chupa. El asunto es mantener a la sociedad en permanente en zozobra para que no piensen en el mal que adrede nos han causado y siguen causándonos…
Como si fueran pocas la ristra de calamidades no solo no resueltas, sino además agravadas que afectan a los ciudadanos y muy especialmente a aquellos de clases desposeídas, se pretendió de golpe y porrazo regular la prescripción y dispensación de los medicamentos mediante las resoluciones 30 y 35 ya derogadas por irreflexivas. Y no es que esta no sea una medida saludable que debió tomarse hace mucho tiempo, sino que ni el colectivo ni las instituciones hospitalarias del Estado están preparadas para este giro antipódico e inoportuno. Desde el año 2000 se decretó la Ley de Medicamentos y en sus artículos 35 y 36 se contempló todo lo referente a la prescripción, dispensación y suministro de medicamentos.
Es pública y notoria la escasez de drogas terapéuticas en el mercado nacional, rayano ya en un 43% y deparado de la falta de asignación de divisas a pesar de que según la OMS, el acceso a los medicamentos es un elemento fundamental del derecho a la salud. Los pacientes, desesperados van de farmacia en farmacia no logrando satisfacer sus necesidades. Sin embargo poco ha, el ilegítimo, sin el consentimiento de los venezolanos regaló dos mil millones de dólares a Cuba, pero la casa nuestra permanece a oscuras. Desde hace años en nuestros hospitales públicos, en estado bochornoso, no hay decencia ni papelería.
“Qué época tan terrible esta en que unos idiotas conducen a unos ciegos”. William Shakespeare.