Acabo terminar la lectura de un libro editado en 2010 en Buenos Aires. Acaba de ser lanzado nuevamente con el título “El Jesuita, la historia de Francisco, el Papa argentino”. Se trata de una serie de entrevistas realizadas por los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, de sonoro prestigio en aquel país. Recomiendo ampliamente su lectura. Allí encontramos directrices claras para orientar la conducta ciudadana ante las crisis de cualquier naturaleza. Pueden ser políticas, económicas, sociales, pero todas ellas adquieren carácter existencial para la persona humana. Para sobrevivir es indispensable apelar a los principios y valores fundamentales y aferrados a ellos, luchar por la superación integral, en todos los terrenos.
La obra tiene especial vigencia para los venezolanos. Es poco lo que nos falta por sufrir, quizás nada más, para llegar a la conclusión de que este régimen castro-comunista no debe continuar. Como dijo el mismo Diosdado Cabello, muerto el loquero, los locos andan sueltos, inventando cosas terribles. Generan daños irreversibles a la nación. Lejos de revertir hacia lo positivo la trágica herencia recibida, la agravan día a día. Esta Venezuela es ingobernable y el “comando cívico-militar de la revolución” sólo podrá retener el poder sobre la base de la represión, de la violencia física e institucional. Las amenazas están a la orden del día para tapar las metidas de pata, como las estupideces relativas a la entrevista Capriles-Santos de la exclusiva responsabilidad del trío de la fama, Cabello, Jagua y el propio Maduro. Este caso sería suficiente, en cualquier país del mundo civilizado, para destituirlos a los tres y propiciar un cambio inmediato de régimen que trascienda los exclusivos intereses, políticos y personales, del alto gobierno.
El Papa Francisco dedica buena parte de sus respuestas a lo educacional, de moda entre nosotros. Invita a toda la comunidad a asumir lo educativo como la gran tarea nacional. Escuelas, liceos, universidades, institutos de enseñanza, merecen toda nuestra atención. Solidaridad con aquellos que las mantienen en funcionamiento “enfrentando dificultades de todo tipo, con bajos sueldos y dando mucho más de lo que reciben”, en palabras del Santo Padre.
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