Los venezolanos se preguntan cómo es posible la actual crisis de desabastecimiento en un país tan rico, publica ABC de España.
Si alguien que visitó Caracas hace catorce años volviera en la actualidad, se llevaría una gran sorpresa. En este tiempo, en lugar de progresar y enriquecerse, la capital de Venezuela ofrece al visitante su cara más amarga: pese a todo lo que digan las estadísticas oficiales, ha arraigado la pobreza —basta ver los «ranchos» o chabolas en los cerros que rodean la ciudad— y se ha disparado la inseguridad hasta alcanzar los 60 homicidios por cada cien mil habitantes.
A estos males hay que sumar ahora la escasez de alimentos y productos de primera necesidad, así como la amenaza de la entrada en vigor en algunos estados de la libreta de racionamiento electrónica, popularmente conocida como «papachip». La cartilla, denuncia la oposición, se inspira en el modelo cubano. Pero precisamente este sábado, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dio marcha atrás sobre el proyecto de imponer la cartilla «papachip» en el estado de Zulia.
Recuerda los tiempos en que era la meca de inmigrantes españoles
Rogelia Alonso, de 83 años, la mayoría vividos en Caracas, tiene una perspectiva más amplia para comparar. Nacida en Vigo, no se quita nunca el luto, aunque su marido murió hace seis años. Todavía recuerda los buenos tiempos en que Venezuela era la meca de los inmigrantes españoles del siglo pasado. Todos soñaban con viajara esta república caribeña que prometía ser El Dorado de los tiempos modernos. Pero es consciente de que los tiempos han cambiado «para peor». «Llevo sesenta años en Venezuela, amo este país, aquí creció mi familia, tengo dos hijos y tres nietos. Pero esto da pena. Nunca pensé que se pusiera así de mal, que un país tan bello con tantas riquezas llegara a estos niveles de pobreza y miseria».El aumento de la miseria en la capital de la República Bolivariana es más difícil de esconder que en otras capitales de la región porque las nuevas oleadas de población llegadas a la ciudad se han visto obligadas a vivir en «ranchos» por falta de una vivienda digna a precios asequibles.
Y es que el Gobierno del difuntoHugo Chávez se dedicó a expropiar y destruir los medios de producción privados que él consideraba «capitalistas, imperialistas y oligarcas». Así ha conseguido que el país dependa totalmente del exterior para su abastecimiento. La producción nacional ha caído más de un 60%. Antes de Chávez, en 1998, la producción nacional cubría el 70% de las necesidades de consumo. Ahora es exactamente al revés. «Lo que más me preocupa es el país que van a heredar mis nietas», asegura Rogelia, sin poder disimular su tristeza.
Desde 2007, el Gobierno ha decidido regular o congelar los precios de varios productos básicos. Pero en 2012 comenzó a descender la producción agrícola como consecuencia de la expropiación de la empresa española Agroisleña, que surtía de semillas e insumos a los agricultores. En manos del Estado, la agricultura nacional ha ido cayendo y no ha levantado cabeza.
Gallegos y canarios
El exministro de Agricultura Hiram Gaviria considera que ha sido un fracaso la política de Hugo Chávez de expropiar sin indemnizar 2,5 millones de hectáreas productivas, que estaban en manos privadas. La política revolucionaria de «tierra arrasada» se ha empleado sin contemplaciones en Venezuela. La invasión de fincas productivas de gallegos y canarios ha sido sistemática en estos catorce años, denuncia Félix Barbero, presidente de la Asociación de Centros de Residentes Españoles.
Se preguntan cuándo, dónde y cuánto van a conseguir de leche, pollo…
En los supermercados las preguntas que se hacen todos los días los clientes son cuándo, dónde y cuánto van a conseguir de leche, pollo, huevos, azúcar, carne, margarina, arroz, papel higiénico, harina de maíz y de trigo. Todos ellos productos escasos. En Caracas hay que dar muchas vueltas y peregrinar por varios mercados hasta llenar la cesta. Pero en el interior la escasez es peor. Allí, por muchas vueltas que se den, no hay forma de hacer una compra en condiciones.
Judith Carrero, una comerciante de 55 años, cuenta que «todos los días recorro de cuatro a cinco supermercados en busca de carne y pollo, y otros productos escasos. No quiero que me impongan la cartilla “papachip”, que me digan cuánto debo comprar o cuándo. Soy libre. Esta situación no puede durar mucho tiempo así».
A su lado, Cecilia Rodríguez, ama de casa, se lamenta: «Esto es horrible, no hay pollo, no hay de nada en este sitio. Uno sale a comprar, pierde el tiempo y no consigue nada». Susy Iglicki, pintora, se desahoga mientras hace cola y busca alimentos como el resto de los caraqueños: «Esto es un vía crucis para poder abastecerse. Es el primer, segundo y tercer paso hacia la cubanización. Estamos fregados». Pedro García, jubilado, lleva sus dos paquetes de papel higiénico y margarina y lo celebra con júbilo. «Mi mujer me pidió que le consiguiera estos alimentos. Va a ser feliz».
Lo alarmante es mientras Venezuela tiene las primeras reservas de petróleo del mundo —con una producción anual de tres millones de barriles y precios de cien dólares por barril— deba importar 100.000 barriles diarios de gasolina de Estados Unidos y papel higiénico de Bolivia. Hace catorce años, el país caribeño exportaba arroz, café, chocolate y maíz.
El economista Orlando Ochoa intenta explicar lo imposible. Petróleos de Venezuela (Pdvsa) es «una empresa con serios problemas financieros y operacionales. En ese sentido, el total del pasivo de esta empresa, según el balance de 2012, es de 142.596 millones de dólares, cuando en 2010 los pasivos totales eran de 76.451 millones de dólares; lo cual significa un aumento en sólo dos años del 86,5%». «Esta deuda indirecta asciende a unos 11.000 millones de dólares, los que, sumados a los 142.000 millones, nos dan 153.596 millones de dólares. Eso significa un aumento del cien por cien de la deuda, respecto a 2010. Es increíble que Pdvsa acumule deudas a esta velocidad, cuando hay un precio del petróleo a más de cien dólares. Solo los abusos de su accionista, el Gobierno de Hugo Chávez, llevaron a la empresa a esta situación crítica».
La explicación
El economista venezolano continúo con que «la República tiene hoy una deuda total, externa e interna, en bonos de 88.919 millones de dólares. Si tomamos esa deuda consolidada y la sumamos a la deuda de Pdvsa, nos da una cifra de más de 230.000 millones de dólares, y dicha cifra representa más de siete veces la cifra que dejó (el entonces presidente) Rafael Caldera en 1998». Es decir, la industria petrolera debe más que la República, de ahí que no haya divisas para las importaciones y los supermercados sigan vacíos.