“Le escribí al whatsapp hace casi una hora y aún no me ha contestado. Sé que lo ha leído. Entonces ¿qué está haciendo a estas horas, o lo que es peor, con quién?”. Este pensamiento está a la orden del día, cada vez aflora con más fuerza en una sociedad marcada por nuevas tecnologías y redes sociales, lo que nos empuja, sin querer, a estar continuamente conectados o al menos, a tener la sensación de estarlo en todo momento. Sea por trabajo, o bien para tu propia vida personal.
“Personas que ya son bastante celosas y controladoras, usan esta nueva herramienta como una forma para controlar y saber dónde está su pareja en todo momento”, afirma a ELMUNDO.es Carme Sánchez, psicóloga clínica y co-directora del Institut Clínic de Sexología de Barcelona y autora de la ponencia ‘Sexualidad 2.0’ impartida recientemente en la misma ciudad en la ‘I Jornadas de Sexualidad Madura’.
Control exhaustivo
A pesar de no haber datos oficiales ni registrados sobre este tema, en las consultas de psicología se da cada vez más este ‘fenómeno’. Por ese control exhaustivo, asegura la experta, aparecen las quejas y las dificultades en las relaciones de pareja. “No tanto ruptura, pero sí muchos problemas”, aclara. E incluso –”aunque a veces parezcan historias rocambolescas”, dice- se han descubierto infidelidades a través de redes sociales, como Facebook: “Colgamos mucha información de nuestra vida y la gente puede acceder a ella más fácilmente. Hace unos 10 años, se registraba el bolso o la cartera, ahora se registra el móvil. Al fin y al cabo es lo mismo, sólo que los métodos han cambiado. Ahora estamos hiperlocalizados y es mucho más sencillo”.
Pero a pesar de todo ello, esta especialista alaba también las ventajas de estas herramientas. Es muy útil mandar un mensajito al móvil de cuando en cuando a la pareja para recordarle que la queremos o la echamos de menos. Por lo que, “puede mejorar el vínculo emocional con esa persona, pero no se deben sobrepasar los límites del control”, advierte.
En cuanto a los celos, “se pueden dar, por supuesto, pero no debemos olvidar que no se crean por culpa de las redes sociales y las aplicaciones sino por la falacia del control y la falta de seguridad”, añade la socióloga Delfina Mieville, agente de igualdad, sexóloga y directora de Mekare. Es decir, no por tener un móvil, asegura, tenemos más control sobre las cosas, de hecho, debido a una falsa sensación de control creemos que podemos controlar a su vez a otros.
El problema: la inmediatez
Todo este ‘fenómeno’ es debido en parte, a que “existe un sentimiento de culpa si no se responde a estos estímulos (whatsapp, Facebook, mail). Esto responde a la idea de tiempo real. Pero no es real, es paralelo a mil tiempos”, explica Mieville. El problema es la inmediatez: creemos que como todo se puede solucionar ‘ahora’ se gana tiempo y producción, pero “esto es una falacia. Se hace más ‘humo’ pero no se produce más”. Por tanto, asegura que los mensajes, los ‘toques’ o los ‘me gusta’ no son más que migas que lanzamos para las relaciones. “No las alimentan, enganchan y dan más hambre. ¿Por qué? Porque no es alimento”.
Actualmente, nos hemos vuelto consumidores de emociones, no vale con un paseo, “necesitamos cine, cena, viajes, estoy con el otro mientras hago otra cosa, no mientras comparto otra cosa”, expone la experta. Así, tenemos tal demanda y ansiedad de atención que la consumimos y la solicitamos las 24 horas mediante las redes y respondemos con migas a las demandas de los otros de igual modo. Las redes, afirma, facilitan ese intercambio de ‘migas y de humo’. Consumimos emociones porque ya todos y todas -facilitados por las redes- hemos creado apegos inseguros, pues “como decía un sexólogo, entramos antes en la cama de alguien que compartir verdadera intimidad”.
El mundo virtual
Pero pese a todo, añade Sánchez, “las tecnologías han venido para quedarse, y como todo en la vida se necesita educación”. Esta experta señala que internet es una larga autopista donde muchas veces podemos perdernos si no llevamos consigo un buen mapa.
En cambio, al contrario de lo que se pueda pensar, “el mundo interactivo no tiene apenas diferencia con el presencial”, mantiene Sánchez. Por ejemplo, la búsqueda de parejas por internet, donde las plataformas ‘on line dating’ (citas a través de internet) son “iguales que una discoteca: tú llegas, echas un vistazo y, si te gusta el ambiente y la gente, te quedas y si no, te vas. En la red es lo mismo, no todo el mundo miente, pues al final, intuyes quién te está diciendo la verdad y quién no. Igual que cuando conoces a alguien en la calle, ¿no?”.
Incluso internet es positivo para conocer la gran diversidad sexual que existe en todo el planeta. Ya sean prácticas sexuales, juegos, etc. “La gente conoce a personas que hacen lo mismo que ellos y ya no se sienten tan ‘bichos raros’. Hay más normalización en todos los sentidos”.
Y sobre todo, concluye esta experta, la red es útil para buscar información o ayuda a muchos problemas, donde el mundo virtual se convierte en una herramienta absolutamente poderosa. Por ejemplo, las personas que tienen alguna disfunción sexual buscan ayuda en internet para intentar conocer qué es lo que realmente les pasa.
“El problema es la infoxicación (sobrecarga informativa) a la que estamos expuestos, pero si realmente buscamos en páginas fiables (con referencia y regladas por alguna empresa o entidad) y si nos dejamos aconsejar por amigos y profesionales que nos recomiendan de primera mano páginas buenas y fiables, los pros son muchos más que los contras”, asevera esta psicóloga.