La primera novela de la australiana Linda Jaivin, el “best-seller” erótico “Cómeme”, se publica ahora en español con relatos sobre la sexualidad sin complejos de cuatro mujeres que hablan de sadomasoquismo, relaciones lésbicas y fantasías íntimas.
Julia es una fotógrafa desinhibida y obsesionada por los jóvenes chinos; Helen, una feminista acomplejada con deseos carnales inconfesables; Chantal, la elegante y sensual editora de una revista de moda afanada en sentir nuevas y vivificantes experiencias y Philippa, la escritora en ciernes que acaba por “salir del armario” y confesar su homosexualidad.
Estas son las mujeres que describe Jaivin en su novela, editada por Planeta. “Todos los personajes tienen algo de mi”, reconoce la autora, tanto los hombres como las mujeres que participan en este relato erótico se inspiran en “amigos y personas a las que conocí esporádicamente en un tren o en un bar”, confiesa.
Entre copiosas cenas caseras aliñadas con un buen vino y meriendas en algún bar de dudosa reputación se desenvuelve una atractiva trama que trata de adentrarse en las conversaciones femeninas sobre hombres; series como “Sexo en Nueva York” y películas como “El Diario de Brittney Jones” se acogieron también a esta fórmula que mezcla sátira social y erotismo.
Eso sí, no faltan los críticos que acusan a la autora de repetir clichés y frivolizar respecto a un tema tan complejo como el sexo, aunque para Jaivin darle tanta importancia a algo tan implícito en la naturaleza humana constituye, precisamente, el motivo de que muchos aspectos de la sexualidad sean tabú “en pleno siglo XXI”.
La escritora, experta en cultura china, no duda en señalar a varios culpables de establecer una visión un tanto anquilosada del sexo y del amor: “las clásicas novelas y películas románticas”, ejemplifica Jaivin, son responsables de que no percibamos la sexualidad como “algo normal”, a lo que hay que sumar “los yugos” culturales y religiosos.
Su novela “no trata de representar la realidad”, se defiende la autora, sino que recrea un mundo ficticio que nace “de la observación” real que ha llevado a cabo la australiana en sus círculos más cercanos.
Por ejemplo, para dar verosimilitud a la escena en la que el adolescente Marc pierde la virginidad con Helen, que es su profesora, la autora recurrió a varios amigos para inspirarse: “me describieron escenas muy graciosas”, recuerda Jaivin, “el desfloramiento de Marc reúne lo mejor de todas esas experiencias pioneras en el sexo” masculino.
“Habrá gente que se identifique y gente que no”, dice la escritora, quien asegura que le han llegado testimonios de lectores que se han sentido “muy aludidos”.
En todo caso, escribió la historia para divertirse, al principio sin un fin comercial (sus amigos le animaron a publicarla), con lo que asume sin demasiada aprehensión que puedan surgir discrepancias sobre su forma de entender la sexualidad de las mujeres.
“Cómeme” se ha convertido en un éxito internacional y ha calado fuerte en países como Reino Unido y Francia. Sin embargo, la autora se desmarca de otros “best-seller” de novela erótica como la exitosa “Cincuenta Sombras”, que perfila una estereotipo de mujer sumisa y proclive a las relaciones sexuales subyugantes.
No siempre a la mujer le gusta “ser dominada”, como se entrevé en la novela de E.L James. Para la autora australiana, una novela erótica tiene que ser, ante todo, un relato “bien escrito”, que no se quede en la superficie de las cosas y que entregue al lector unos personajes “bien definidos”.
También su libro contiene algún manido cliché, como el que se adivina en la conversación que mantienen Chantal y su amigo homosexual, Alexi: “todos los hombres son unos bastardos”, concluyen los dos colegas.
“No creo que todos los hombres sean iguales”, argumenta la escritora, “depende de la persona”. Jaivin confiesa que aprendió mucho de las mujeres con las que trabajó siendo una adolescente en el archivo de un hospital, mujeres de clase media que “hablaban sin parar de sexo”. EFE.