Los dirigentes del G8 afirmaron este lunes su voluntad de ir adelante con su proyecto de conferencia de paz para Siria, a pesar de las profundas diferencias entre los occidentales y Rusia, en el primer día de su cumbre en Irlanda del Norte.
Al término de su primera reunión cara a cara en un año, el presidente estadounidense Barack Obama y el presidente ruso Vladimir Putin, afirmaron que no habían abandonado la idea de esa conferencia, también denominada Ginebra 2.
La conferencia, propuesta a principios de mayo por Washington y Moscú para permitir el lanzamiento de negociaciones entre los beligerantes sirios, parece comprometida por la magnitud de las diferencias y los recientes triunfos del ejército sirio frente a los rebeldes.
“Por supuesto, nuestras opiniones divergen, pero todos pretendemos poner fin a la violencia en Siria”, dijo Putin.
“Queremos intentar resolver el problema por medios políticos, de ser es posible, así que vamos a seguir trabajando la posibilidad” de organizar una conferencia de paz, agregó Obama, quien va a anunciar a los líderes del G8 reunidos en Ulster 300 millones de dólares de ayuda adicional para los refugiados sirios, lo que eleva el total de la ayuda estadounidense para los refugiados a 800 millones de dólares.
Barack Obama y Vladimir Putin aparecieron tensos, sin una sonrisa para las cámaras, tras una conversación de una hora en una habitación del lujoso complejo hotelero de Lough Erne, marco del G8 hasta el martes.
Esta tensión también fue evidente en otras reuniones bilaterales entre Putin y sus homólogos.
“No nos engañamos. A menos que él (Putin) cambie radicalmente la posición, no tendremos una posición común con él en el G8”, advirtió el primer ministro canadiense, Stephen Harper, la víspera de la cumbre.
Evidenciando esta tensión, funcionarios británicos evocaron la noche del lunes la posibilidad de que los occidentales firmen, al final de sus trabajos, una declaración sobre Siria sin Rusia.
La víspera de la apertura del G8, el presidente ruso, cuyo país es un aliado indefectible del régimen de Damasco, se mostró muy ofensivo, advirtiendo a los occidentales del peligro de armar a los rebeldes sirios.
Durante una reunión bilateral el lunes con el presidente francés, François Hollande, justo antes de la apertura de la cumbre, Putin mantuvo un semblante serio, impávido, mientras su interlocutor hablaba de Siria.
Holande criticó enérgicamente a su llegada a Lough Erne a Rusia, que continúa “entregando armas al régimen de Bashar al Asad, cuando la oposición recibe muy pocas y hoy está siendo masacrada”.
París y Londres hicieron levantar el embargo europeo sobre las armas a finales de mayo y abogan por una mayor ayuda a los rebeldes sirios, aunque las dos capitales afirman que no han decidido todavía pasar al acto.
Por su parte, el principal interesado, Asad, lanzó una advertencia a Europa a través de la prensa. “Si los europeos entregan armas, el patio trasero de Europa se convertirá en terreno abonado para el terrorismo y Europa lo pagará muy caro”, dijo en una entrevista con la edición del diario alemán Frankfurter Allgemeine que se publicará el martes.
En cuanto al otro gran respaldo de Damasco, Irán, se declaró, a través de su nuevo presidente electo, en contra de cualquier intervención extranjera en los asuntos sirios.
Hassan Rohani, considerado “moderado”, estimó en su primera rueda de prensa que Asad debe seguir en su puesto “hasta las próximas elecciones” previstas en 2014.
Una solución a la que se opone categóricamente la oposición siria. Esta reclama su marcha después de más de dos años de conflicto y 93.000 muertos, según la ONU.
Acuerdo de libre comercio
Antes incluso de la apertura oficial de la cumbre de las ocho mayores potencias industrializadas, Obama y los dirigentes europeos dieron el pistoletazo de salida de las negociaciones con miras a un acuerdo comercial “histórico” para crear la mayor zona de libre comercio del mundo. Pero pasada esta etapa inicial, el consenso se anuncia difícil de alcanzar.
Los europeos sólo lograron ponerse de acuerdo sobre su mandato de negociación in extremis el pasado viernes, después de haber aceptado excluir el sector audiovisual en aras de la excepción cultural que Francia defiende con uñas y dientes.
La polémica se reactivó el lunes con unas declaraciones del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, que denunció una actitud “totalmente reaccionaria” de Francia.
“Lo que pido al presidente Barroso ahora es que aplique el mandato que se decidió”, declaró Hollande, sin ocultar su indignación.
Por último, el anfitrión de la cumbre, el primer ministro británico, David Cameron, podría tener que responder a preguntas comprometidas tras las revelaciones del exagente de la CIA, Edward Snowden, según el cual dos reuniones del G20 en el Reino Unido fueron aprovechadas por los estadounidenses para espiar al entonces presidente ruso Dimitri Medvedev y por los británicos para vigilar a los turcos y los sudafricanos.
Ankara reaccionó enérgicamente convocando al encargado de negocios de la embajada británica, mientras en el G8, Alexei Kvasov, el ‘sherpa’ ruso, expresó la “preocupación” de Moscú.
Unos 8.000 policías fueron movilizados para esta cumbre que lleva a cabo en el lujoso complejo de Lough Erne, cerca de Enniskillen, en una región que fue un antiguo bastión del Ejército Republicano Irlandés (IRA) durante el conflicto norirlandés.