Los rebeldes realizaron disparos al aire y las balas alcanzaron a dos unidades motorizadas de seguridad de la UCV.
Poco después secuestraron un segundo autobús, esta vez de la Unexpo, y lo incendieron en la entrada principal del edificio del rectorado, mientras se encontraban reunidas las autoridades académicas en Consejo Universitario. En la unidad se encontraban dormidos dos niños, de 8 y 14 años de edad, quienes fueron desalojados antes de quemarla. Los disparos ocasionaron daños externos en la estructura del edificio y causaron el destrozo a la puerta de acceso.
A las 2:30 pm la situación fue controlada por los bomberos universitarios y el equipo de seguridad de la UCV.
El secretario general de la UCV, Amalio Belmonte, declaró que el caso de violencia tenía como finalidad sabotear la llegada de los marchistas desde Barquisimeto.
Alaban esfuerzo. Fueron diez días de duro trayecto. Entre ellos no había ningún deportista o atleta.
El lunes 10 de junio, luego de recibir la bendición del párroco de una iglesia en Barquisimeto, los 14 hombres y 4 mujeres, entre obreros, docentes y personal administrativo, emprendieron su caminata hasta Caracas, como una acción diferente, pacífica y que “se hiciese sentir”.
A pesar del clima adverso –les llovió todos los días durante el trayecto– y el pesado tránsito del camino, las comunidades por donde transitaban les infundían de ánimos para seguir. Justo ayer, el día de su llegada a Caracas, el sol les dio la bienvenida, relataron.
“El señor Natividad, muy conocido en Yaritagua, nos regaló una cachapa. Nos la bendijo y nos dio un pedacito a cada uno en la boca”, contó el profesor Iván Guevara.
El tramo Chivacoa-Nirgua los puso a prueba. Eran 45 kilómetros de pendientes empinadas.
El ánimo del grupo decayó y las lesiones empezaron a surgir. “Desde un camión lanzaron un palo bastante grande que le cayó en la punta del pie a una profesora, lo que hizo que perdiese una uña”, relató Guevara.
Nunca sintieron miedo, señaló Pablo Cordero, un obrero de la UCLA que decidió marchar “para ver si se condolían” y subían los sueldos. Él y otro compañero padecieron de crisis hipertensiva durante el viaje. Todos caminaban con dificultad, debido a las ampollas en los pies y los tobillos hinchados.
Al llegar a Bejuma, estado Carabobo, recibieron alojamiento en una casa hogar para ancianos. Johny Betancourt, un masoterapeuta de 22 años, seguía la caminata vía Twitter y decidió unírseles hasta Caracas al notar las lesiones que sufrían y al saber que no contaban con un preparador físico.
Ya en la UCV, aunque visiblemente agotados y caminando con dificultad, los marchistas se abrazaron con emoción y entonaron el Himno Nacional.
“Cuando sentía que ya no podía más, pensaba en el compromiso que tenemos con nuestros hijos. Caminamos de corazón, el núcleo más fuerte que puede conseguir cualquier cosa”, expresó Romero.