A menos que ocurra una guerra o un conflicto civil que dispare el precio del petróleo, la economía venezolana deberá prepararse para pasar la tormenta perfecta de 2014-2015, la cual implicará la caída simultánea del precio del petróleo, el oro y nuestros bonos, y el cierre del acceso al crédito externo, en un contexto adverso caracterizado por un complicado calendario de pagos de nuestra deuda externa. Es necesario acabar con el endeudamiento en divisas y acumular suficientes reservas internacionales para entonces, pues será en ese momento que la Reserva Federal de EEUU comience a desinflar los precios financieros, al acabar con sus programas de inyección monetaria e iniciar el período de incrementos en la tasa de interés.
Un gobierno de transición, que por definición no busque la reelección sino el ajuste, tendría los incentivos para hacerlo. Para acumular reservas en divisas suficientes, y equilibrar la economía nacional, habrá que hacer sacrificios, devaluar más la moneda, aumentar los impuestos, y recortar el gasto del fisco. Claramente, una receta indeseable, pero, inevitable dados los enormes desbalances heredados de 14 años de petropopulismo. El despilfarro y el endeudamiento no podían durar por siempre.
Estamos todavía a tiempo de hacer los ajustes. Cuanto más tarde, más dolorosos.