El zoológico de Besançon, en el este de Francia, busca residencia para los últimos monos babuinos que alberga desde hace cuatro décadas, después de que los primates hayan decidido recrearse arrancando piedras de la muralla que les confina, catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
“Es un problema de estética, pero no de solidez de la fortaleza. La podrán tirar los cañones, pero no los monos”, explicó hoy a Efe Gérard Galliot, conservador del museo de esa ciudadela erigida en 1707 por Sébastien Le Prestre de Vauban, arquitecto e ingeniero militar de Luis XIV al que el monarca encargó construir un bastión desde el que proteger el este del país.
El zoológico ya ha logrado encontrar nuevo hogar en el zoo de Argel y en el parque African Safari, cercano a Toulouse, para 29 de los individuos que formaban la manada original
Pero aún quedan trece simios por reubicar, un proceso que Galliot augura largo porque “no todo el mundo dispone de las condiciones adecuadas para recibirlos”.
La restauración emprendida por el centro en 2007, que cuenta con un presupuesto global de 12 millones de euros, llevó a los cuidadores a trasladar a los monos a un lugar más expuesto al público. Y con el cambio de casa llegaron los problemas de conducta, que “se han acelerado” en los últimos meses.
Los monos aterrizaron en el museo zoológico en los años sesenta del pasado siglo, y últimamente se entretienen extirpando piedrecillas y hurgando entre las rocas que forman la muralla de esa estructura militar que les alberga, conformada por tres museos que cada año visitan unas 250.000 personas.
Si los cambiáramos de sitio, escarbarían en la hierba o buscarían insectos en la tierra. Son curiosos por naturaleza”, comentó Galliot, que no parece tener ninguna esperanza en que sus primates puedan aprender a corregir sus hábitos.
La decisión de sacar a los babuinos de Guinea o papiones de Besançon, una ciudad de unos 115.000 habitantes situada a unos 90 kilómetros al este de Dijon, se tomó el año pasado, al ver que sus modales empeoraban.
“Son pequeños, por lo que no pueden mover grandes piedras, solo chinitas”, pero su actitud supone un problema para el principal centro turístico de la región de Franche-Comté, que en 2008 pasó a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la lista que elabora la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Los primates, que no pasan de los 75 centímetros de altura y se caracterizan por su cabeza afilada, frondoso pelaje y posaderas rosadas, son de naturaleza agresiva y han causado problemas en otros parques zoológicos del mundo.
No obstante, existen estudios como “Baboon metaphysics”, obra de Robert M. Seyfarth y Dorothy L. Cheney publicada en 2007 por la Universidad de Chicago (EEUU), que apuntan a que algunos de sus comportamientos sociales son extremadamente sofisticados, hasta el punto de que llegan a mostrar orgullo, prejuicio, sentido y sensibilidad.
Otra investigación de la Universidad de Aix-Marsella dirigida por Jonathan Grainger y publicada en la revista Science en 2012 estableció que ese tipo de simios eran capaces de distinguir palabras escritas en inglés entre grupos de letras agrupadas sin ninguna lógica. Pero no todos sus semejantes resultan tan ilustrados.
“Creo que a los monos no les importa nada nuestra clasificación en la Unesco”, bromeó el conservador del museo, que aseguró que en el centro no tienen prisa por deshacerse de sus maleducados invitados y que podrían pasar incluso años hasta encontrarles un nuevo hogar.
Cuando los últimos simios abandonen la fortaleza, el museo espera poder reutilizar ese espacio para conservar animales de alguna especie en peligro de extinción cuyos individuos sean más respetuosos con su entorno. EFE