El periodista Leocenis García en su columna “Leocenis Habla Claro” escribe una carta dirigida al presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) titulada “Señor presidente del partido”. La carta aparece publicada en la edición 147 del Semanario 6to Poder.
La carta
Señor presidente del partido
En realidad no sé cómo comenzar esta carta. Yo, que soy frontal y tengo la espontaneidad de los sinceros, me siento un poco enredado al empezar este Habla Claro. Te escribo desde la ruina total de este grupo editorial, el mismo al que enviaste emisarios y a tu gran amiga, a quien le dije esa vez que no vendía esto, que jamás saltaría de un lado a otro, y terminé aquella conversación delante de Héctor, con quien hablé hace días por teléfono y quien escuchó en silencio cuando le dije “así le pagas a un amigo”.
Pero no nos detengamos, volvamos al punto. Le dije a esta amiga tuya, también de Héctor: “Mira, si yo hago eso que ustedes me piden, ni ustedes mismos me respetarían”. Yo puedo ayudarlos, pero no puedo venderme. Y cumplí.
A lo mejor ni siquiera sabes -todo puede suceder que me encuentro en la ruina, no voluntaria sino forzada; incluso me cuentan que eres tú, el mismo que antes prometió ayuda, el que hoy nos persigue.
Conmigo están mi familia, mi mujer, mi hija e hijo que viene en camino. También mis trabajadores, todos bien pagados, los mejor pagados del mercado; ninguno de mis directores de medios llega a los 24 años. Tal vez ignoras que mi único crimen fue ser leal a mi convicción. No se puede hablar de libertad y democracia si las personas que viven en Petare en Caracas, o en el barrio 24 de Julio en Maracaibo, no pueden tomar un avión para ir de vacaciones a Miami -como hace el hijo del tuerto Andrade, por ejemplo- porque no tienen dinero. Son libres en sus barrios, pero son presos porque no pueden ir donde quieren, por motivos económicos. Yo lamentablemente no soy comunista. Ni creo en eso.
Ignoras, quizás, que me han levantado un expediente, que cerraron mis cuentas y las de mi grupo sin un interrogatorio y sin que se me acusara de nada en concreto, como en los buenos tiempos cuando el terror campeaba por sus respetos en la ancha y noble tierra venezolana. Todo en nombre de la revolución.
¿Pero a quién persigues, presidente del partido? ¿Contra quién va el látigo? Sí, es verdad, yo soy hijo de un comerciante que apenas llegó a quinto grado y de una negra que lavaba y planchaba ropa ajena; también es verdad que esperaba varias horas el autobús de la universidad porque no tenía dinero para estudiar Comunicación Social, y que varias veces deserté.
Todo eso es verdad. Y es verdad que levanté un poderoso grupo editorial, desde abajo, que quizás he sido muy hábil, pero mi dinero, ese con el que hoy ustedes se quedan, no tiene detrás la corrupción, porque no he sido funcionario público, como los que tienen que ver con la droga que salía en los buques de Pdvsa como un favor de la revolución a las FARC.
También es verdad que creo en Dios y que, como Job, desnudo vine del vientre de mi madre y desnudo me iré. Las cosas que se acaban con la vida y que son tan pequeñas que caben en un ataúd, a mí no me interesan.
Probablemente ignoras –asómbrate, presidente del partido- que ahora dicen que yo financio el terrorismo internacional, y dicen que debo declarar unos ingresos de 2013, que si es verdad lo que denuncian, yo debería declarar en marzo de 2014, entonces no hay fraude al fisco, y ahora nos tratan como si fuésemos hampones, gracias a las oficiosas recomendaciones de un funcionario a quien en medio de una huelga le dije: “Yo estoy loco de atar, y salgo de aquí vivo o muerto”. Y aquí estamos, en la calle, a pesar de no tener un centavo, pero yo soy, presidente del partido, como el Tejón de miel, el animal más loco de la creación.
Ignoras también que a mi hermano enfermo, por el cual mataría por defenderlo, no tengo hoy como pagar su tratamiento, cuyo nombre silencio, no por faltar el respeto a la verdad sino para evitar represalias.
Quizás ignoras que miles de mis trabajadores, hombres, mujeres y sus niños viven la misma suerte. Soy un hombre que piensa que no se puede repartir lo que no se produce. Y yo volveré. Intentaremos mantener este medio ylos otros cincos de este Grupo hasta donde se pueda. Pero no me iré, presidente del partido. Lucharé contra la corrupción mientras pueda abrir la boca.
Ignoras, quizás, que el problema básico del pueblo venezolano no puede resolverse con persecuciones brutales y con procedimientos salvajes erigidos en normas de gobierno. ¿Hacia dónde van ustedes? ¿Hacia dónde va Venezuela? Se lo dije a Héctor cuando me visitó en la clínica después de la huelga en Conatel, excusándose; él sabe que lo quiero mucho, como un hermano: “Héctor, me gustaría decirte otra cosa, porque tú eres un hombre inteligente y amigo, pero esto se está cayendo, y si no hacen un pacto, se van”.
¿Hacia dónde vamos, presidente del partido? Yo quiero que me respondas de hombre a hombre, de corazón a corazón, categóricamente y sin esguinces, sin que intervenga para nada la pasión política que a ratos enturbia la mente de los hombres. ¿Sientes que tu autoridad está basada en apoyo popular? ¿Eres el producto de una elección popular? ¿Qué eres en el fondo, presidente del partido?
Yo aplaudí, hasta hacerme sangre las manos, la exaltación a la Presidencia del Presidente Chávez. Al año siguiente no volví a votar por él, sentí que había desplazado a la vieja oligarquía para crear una más indolente: la boliburguesia. Así fue, no me equivoqué.
No quiero aparecer como víctima, porque ese es un triste papel que no se acomoda con mi temperamento combativo. Di la pelea frente a todos, bolas no me han faltado y no es por falta de ellas que ahora me cuelgan. Defendiendo los principios en los cuales creo y creeré toda la vida me derribó la fuerza, la misma que parece haberse entronizado en nuestra propia historia desde su comienzo.
La boliburguesía ganó la batalla, los personajes más sombríos, y aquí me tienen, en la quiebra, enseñando a mis hijos -también mis trabajadores lo son- mi familia, el camino del deber, y comiendo pan limpio y honesto con ellos, que me acompañan hasta que tú decidas, presidente del partido, enviarme a prisión, después que nos has arruinado.
Yo volveré algún día, eso lo tengo seguro. Tú, no lo sé. Pero al fin de la larga prisión iré a tu tumba, que ojalá no la profanen los que hoy te aplauden.
Escribo en mi propia defensa.