Aló, ¿qué pasó? Domingo pasado, 7 am. “Que anoche secuestraron a mi hijo”. Se lo llevaron al abordar su carro saliendo de un restaurante en Altamira a las 10 pm. Lo ruletearon de cajero en cajero, lo golpearon y lo liberaron como a las 5 am llegando a Guarenas. Alguien le dio la cola hasta La Urbina y desde allí caminó hasta su casa en Sebucán. Le paso a su hijo: “Hola Gerardo, el GPS da que mi carro está estacionado en Baruta”.
Aviso a PoliBaruta. Me cambio y salgo. Allí estaba su camioneta. Llegaron él y su madre al sitio con copia de las llaves. El empleado de la compañía de rastreo satelital también llegó. Me informó que tenía dos casos más en plena búsqueda de otros dos secuestros ocurridos esa noche del sábado. Me dice que no fueron en Baruta, pero ¿qué importa eso? Son dos familias venezolanas más que han vivido una noche de pánico. Envío a la víctima junto a dos funcionarios a declarar en la sede policial. ¿Cómo les borro esas horas de angustia? Qué impotencia.
Mismo domingo, 3 pm: “Jefe, llamada de emergencia en Caurimare, una banda está introducida en una casa. Ya estamos actuando”. Otra familia está viviendo en ese momento el terror del hampa. “Manténganme informado del procedimiento”. Ya los funcionarios saben qué hacer. Enciendo la radio para escuchar. Son capturados los 4 delincuentes sin víctimas que lamentar. Doy gracias a Dios. En pocos minutos recibo el parte oficial y pienso: ¡A estos los atrapamos! Debo felicitar a los funcionarios. Pocos les reconocen cuando actúan en protección de las vidas y bienes de los ciudadanos.
Como siempre me vuelvo a preguntar: ¿irán presos o algún juez les dará una medida sustitutiva? Los jueces que así actúan, ¿no tienen familia?
Mismo día, 8:30 pm. Repica el celular. En pantalla el nombre de una amiga. Atiendo. Pero no es su voz. Su esposo angustiado me dice: “¿Gerardo?”. “Sí, ¿qué pasó?”. “Nos acabamos de desatar, entraron a casa, nos amarraron y amordazaron a todos”. “Todos” son él, su esposa y su hijo menor de edad.
Mientras en mi mente se dibuja cómo los habían apuntado quién sabe con qué armas, los maltratos sufridos y la violación a su propia vivienda, a su intimidad -dejándolos amarrados y amordazados como no se trata ni a los animales- llamo al director de la policía. De inmediato se trasladan investigaciones y funcionarios a ese hogar. No quieren denunciar, tienen miedo, los delincuentes saben dónde viven y los amenazaron. Un celular de los robados es encendido en Palo Verde. De inmediato lo apagan y se pierde el rastro. ¿Cómo hago para retroceder el tiempo y capturar a esta banda antes de que a otra familia la dejen marcada para siempre? Impotencia. Luego vecinos relatan que habían visto una camioneta sospechosa por la zona, pero nadie dio aviso a la central de emergencias…
Cada viernes, mientras muchos celebran la llegada del fin de semana, a otros se nos hace un nudo en el estómago y tratamos de adivinar por dónde atacará el hampa. Llevamos estadísticas diarias de todas las zonas, reforzamos patrullaje y guardias, en una batalla infinita de resistencia de un país que se niega a entregarse definitivamente al hampa. Encendemos la radio policial para estar pendientes de cualquier procedimiento, día y noche.
¿Cómo llegamos a este estado de descomposición e impunidad? ¿Qué pasó con las reformas del sistema judicial venezolano? No es con una habilitante presidencial contra la corrupción que todo esto va a detenerse. Hemos llegado a niveles intolerables de inseguridad para cualquier sociedad.
Hay que hacer reformas profundas a la institucionalidad estatal para que la inseguridad disminuya. No se trata sólo de actuaciones policiales. No son suficientes, nunca lo serán por sí solas. El sistema judicial no funciona, consagra la impunidad. Ya no importa que sean rojos, amarillos o del color que sea. Hay que ponerle el hombro y el cerebro a este inmenso mal que nos está acabando como país. Este es un problema de Estado. Polarizándolo, politizándolo y excluyendo no se solucionará jamás.
Que constituyan de inmediato una comisión presidencial contra la inseguridad donde todos nos sintamos incluidos es urgente. Que la integren los mejores y más capacitados venezolanos sin exclusión, y que produzca las recomendaciones legislativas, judiciales y ejecutivas que deban instrumentarse para que todos los poderes lo hagan, es imperativo. Hay que parir una solución integral para combatir la delincuencia que transversalmente afecta a todo el pueblo venezolano.
Hoy es viernes. Nuestra angustia se acrecienta. La ruleta rusa en la que se juega con la vida de todos los venezolanos sigue girando.