Sin electores sumisos no hay 5ta República….
A la mafia que hoy detenta el Poder Central y sus diversas ramas, le encanta recitar en coro la frase histórica del Señor Marx, aquella que reza “la religión es el opio del pueblo”, y cuya argumentación recae en que la religión es un elemento adormecedor del espíritu revolucionario, y es en definitiva un factor alienante del ser humano. La religión “supeditaba” todo lo relacionado con lo terrenal a la vida después de la vida.
Usando esa misma lógica, hoy podemos decir, que las elecciones venezolanas son el “opio” del pueblo. El Régimen ha instaurado un proceso que sumerge a la ciudadanía en un adormecimiento perenne, toda vez, que tenemos un promedio de tres elecciones cada dos años, y cada vez que se asoma un vientico rebelde de cambio, los monaguillos electorales (los alias MUD) llaman a la calma chicha del pueblo. Siempre se dice, que el camino es electoral, que hay que ir de elección en elección, y que en algún momento pasará “algo”, habrá un cambio.
La jerarquía de esa religión-electoral cuenta además con la nada desdeñable ayuda de los precios del petróleo, de manera que es eficiente en lo terrenal, sobre todo antes de una elección, al darle aspirinas al pueblo adolorido, no para que salga definitivamente del dolor, sino para que lleve la vida con más resignación (misiones y chequecitos en el bolsillo).
El Régimen invocó en su discurso del protagonismo civil, la participación activa de los ciudadanos en la construcción de un Poder Electoral realmente democrático. Pero en la letra chiquita, éste ha violado la verdadera naturaleza del Poder Electoral nacido de la Constitución del año 99, al lograr su meta de que el CNE sea un simple órgano ejecutor del Partido Dominante, y que el sistema “nuevo” se basara en un registro electoral viciado, unas máquinas que cuentan los votos, y unos dispositivos electrónicos que generan la clara percepción de que el voto no es secreto, y por ende le recuerdan al pueblo que las “aspirinas” existen, siempre que seas fiel a tu iglesia electoral. Y como consecuencia de esto, todos los poderes públicos son como son, y de no promover la rebeldía electoral, seguirán siendo como son.
El país vive una gravísima situación, surgida de las políticas del Régimen centradas en el desmantelamiento institucional, la destrucción del aparato productivo, el estímulo de la progresiva dependencia de los venezolanos del Estado, la impunidad que mata a los ciudadanos, y la entrega de la soberanía nacional a una dictadura de la región y al nuevo imperio emergente. Y todo ello, con el silencio cómplice de los “verde olivas”, a los que el Régimen les ofrece algo más que “aspirinas”.
Así como a la Iglesia Católica le tocó abrirse al mundo, entender los signos de los tiempos, y afirmar que el “Reino de Dios se construye aquí y ahora”, a nosotros nos toca algo parecido.
Es hora de plantear un tablero distinto en materia electoral. Es hora de abrirse a los signos de los tiempos.
De la participación sumisa y adormecedora promovida por el Régimen, y bendecida por los monaguillos electorales, debemos pasar al verdadero espíritu de lo que significa el protagonismo de los ciudadanos en la construcción de un Poder Electoral que garantice elecciones auténticas, y por ende, gobernabilidad en el futuro cercano.
El primer problema a resolver es el del Registro Electoral fraudulento. Y el primer paso serio en esta materia sería el formalizar ante el CNE la desincorporación voluntaria de ese Registro Electoral.
Y esto es un derecho de todos los ciudadanos, porque en la Constitución del 99, se estableció que el voto es un derecho y no un deber, es decir, no es obligatorio. Lo que quiere decir, que el CNE no te puede negar el derecho a que te desincorporen temporalmente del Registro Electoral.
Amparándose en este derecho contitucional, los ciudadanos pueden hacer sentir su malestar con la iglesia electoral.
Imaginemos por un momento un proceso popular de rebeldía electoral representada en la desincorporación masiva del Registro Electoral, por estar ante un Poder Electoral que organiza elecciones fraudulentas.
Esto traería como consecuencia, que tanto el Régimen que vive lavándose la cara con el cuento de promover elecciones cada dos por tres, y los monaguillos electorales que necesitan de sus voticos para mantener “sus espacios burocráticos”, se tengan que plantear un reto mucho más serio, cuál es sanear el Registro Electoral, garantizar que los ciudadanos sean los que cuentan los votos, y que los dispositivos como las captahuellas queden en el museo de los recuerdos de esta tragedia histórica llamada 5ta República.
Esta rebelión electoral, sería un hecho político que traería otra consecuencia inmediata sumamente importante: la necesaria relegitimación de todos los poderes públicos bajo las reglas de un sistema electoral conquistado por la gente.
La REBELDÍA ELECTORAL expresada en la desincorporación masiva del Registro Electoral, es un derecho de los ciudadanos, constituye un acto pacífico, y es un paso fundamental en el verdadero proceso de democratización del Poder Electoral, y por ende, de los demás poderes públicos.
La REBELDÍA ELECTORAL además, le enviará un mensaje claro a los “verde olivas” que hasta ahora han eludido su responsabilidad en la defensa de la soberanía nacional, amparándose en el argumento de que el pueblo cree que la solución política pasa por contarse en las elecciones que organiza el CNE.
La REBELDÍA ELECTORAL debe expresarse en sucesivos actos colectivos en las juntas municipales del Consejo Nacional Electoral.
La REBELDÍA ELECTORAL es una cuestión de derechos humanos.
Iñaki Gainzarain
@igaztelu