Diego Arria: El “Chicho Allende” no merece que lo recuerde gente de esta calaña

Diego Arria: El “Chicho Allende” no merece que lo recuerde gente de esta calaña

Esta fotografía mía con el Presidente Salvador Allende en el Palacio de la Moneda fue tomada pocos meses antes del golpe de estado contra su gobierno el 11 de septiembre de 1973. Y se suicidó ese mismo día.

En esa época yo era Presidente de la Corporación de Turismo de Venezuela (en el gobierno del Presidente Rafael Caldera) y había sido elegido Presidente de la Organización de Organismos Oficiales de Turismo de las Américas que celebraba su reunión anual en Santiago de Chile.

Mi recuerdo personal del Presidente Allende sigue siendo muy grato. Fue especialmente deferente conmigo. Llegando incluso a relatarme que durante la elección que perdió con Jorge Alessandri en un momento del proceso estuvo adelante y me dijo bromeando: “Me miré en el espejo. Me vi con la banda presidencial y me dije…puchas que nací para presidente”. Luego agregó, “claro me derrotaron las mujeres”. ? Por qué le pregunté? y riendo aún mas me dijo: “El caballero era soltero.”





Los participantes en la reunión salimos complacidos, pero también intrigados con el primer presidente marxista en Occidente que accedía al poder a través de elecciones generales en un Estado de Derecho (ganó con el 36,6%). Política aparte, el “Chicho Allende” como le llamaban sus amigos era un hombre sencillo, carismático y de una enorme simpatía y calidez.

Así como preservo ese recuerdo y esa sensación del Dr. Allende, no olvido lo decaído, empobrecido y triste que encontré la ciudad de Santiago. Era claro que uno de los países más educados del continente, y de tanta tradición democrática estaba colapsando.

Era imposible imaginarme que justo un año después de ese 11 de septiembre estaría de vuelta en Santiago en una misión muy distinta a la de mi anterior visita. Y me explico: mi fraternal amigo Orlando Letelier quíen fuese Canciller, Embajador en Washington y el último ministro de la Defensa de Allende estaba preso con los principales miembros del gobierno en un campamento de concentración en la isla de Dawson, situada en el estrecho de Magallanes. O sea al final del mundo.

Ya para entonces era Gobernador del Distrito Federal en el gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez. Pero no iría a Chile en esa condición oficial, sino cumpliendo una gestión absolutamente personal.

El Presidente Pérez autorizó mi viaje, pero que de ninguna manera comprometiera al gobierno, y que me abstuviera de involucrar a nuestro Embajador Arellano Moreno. Bajo esa condición salí en el avión de un amigo hasta Bogotá donde cambié para una linea comercial. La razón de la discreción era para evitar las especulaciones que lógicamente harían los medios de qué diablos estaría haciendo el Gobernador de Caracas en Santiago de Chile, en momentos de gran tensión entre nuestros gobiernos. De hecho, el Presidente Pérez no le informó ni a nuestro canciller sobre mi viaje.

Para mí Orlando Letelier no era ni el ministro, ni parte de un gobierno marxista, ni nada por el estilo. Orlando era mi fraternal amigo. Padrino de mi primera hija Carolina-fallecida. El mismo en que en un viaje a Venezuela, seleccionando profesionales para el recién creado Banco Interamericano de Desarrollo en Washington D.C ,que presidía otro chileno muy distinguido Felipe Herrera- escogió a Antonio Casas González y a mí como los primeros funcionarios internacionales del BID.

Su esposa Isabel Margarita y su hermana tenían meses pidiéndome que fuese a Chile a ayudar en la libertad de Orlando. Les repetía siempre que la animadversión pública de CAP por Pinochet era tal, que ninguna iniciativa nuestra en ese sentido podría prosperar. Pero llegó un momento en que un día podría recriminarme el no haberlo intentado. Después de todo tenía solo 36 años.

Entonces le dije a CAP, quién trató de disuadirme, que tenía que intentando. Lo que explica el que me comprometiera a que fuese una gestión personal que en ningún caso se asumiera como representante de su gobierno. Entendí claramente su razonomiento como jefe de estado.

Un día relataré con detalles este proceso. Solo avanzo aquí mi visita al Embajador chileno en Caracas, un general de Carabineros (como GN) al cual le expliqué mi relación estrictamente personal con Letelier y que le solicitaba una audiencia con el General Pinochet. Dos días después me informó que el General me esperaba el 10 de septiembre a las 10 am en el Edificio de la UNCTAD (El Palacio Presidencial de la Moneda estaba destruido). O sea, que a las 48 horas viajé a Chile y me entrevisté con el General Pinochet quien estaba acompañado de su Canciller, el Almirante Patricio Carvajal.

Nunca he dado detalles de esa reunión, pero espero hacerlo pronto. Sin embargo, un libro titulado “Murder in Embassy Row” escrito por un periodísta del Washington Post especula sobre lo tratado.

Hoy solo quiero decir que al final de la reunión Pinochet instruyó al Almirante Carvajal ”Entréguele el Letelier a Don Diego”. Me preguntó que dónde me alojaba. Le contesté en el Hotel Carrera, pero que me mudaría a nuestra embajada.

Efectivamente, esa noche a las 11 pm, un coronel chileno trajo a Orlando. Ya tenía alojada en la residencia a su esposa y a sus padres.

Al día siguiente 11 Septiembre, Orlando y yo volamos a Caracas en un vuelo de Air France. Los diarios en Venezuela especulaban sobre qué estaría negociando con el dictador. Gracias al Freedom Information Act (acta de libertad de información) de los Estados Unidos, he podido ver cables del Secretario de Estado, Henry Kissinger a su embajador en Chile “Qué hace el Gobernador Arria reunido con el General Pinochet”.

Simultáneamente los extremistas en la UCV preparaban una protesta contra mí, por visitar a Pinochet en la fecha aniversaria de la muerte de Allende. Pues bien, la realidad era otra, y por supuesto los sorprendimos al bajar del avión con uno de los politicos chilenos más importantes. Socialista pero amigo.

Al tiempo me di cuenta que era mi primera gestión en defensa de los derechos humanos. Que no hay que compartir la causa de los que sufren como fue el caso de Orlando Letelier, con quien no compartía ideologías políticas, sino el mismo sentido del derecho humanitario, de la amistad que fue lo que me permitió negociar su liberación.

Su historia termina al ser víctima del primer atentado terrorista en Washington D.C al morir por una bomba colocada en su vehículo por la DINA, la criminal organización de inteligencia chilena. Pero es un capítulo para otra ocasión.

En el fondo hago este relato como un mensaje para los jerarcas de este régimen perverso, que nunca ha rescatado a ninguna víctima de derechos humanos, pero que se alimenta explotando complejos y odios; así como persiguiendo y abusando los derechos de nuestra gente.Los comunistas aquí y en todos lados, lo mismo que los los fascistas, no valoran ni respetan los derechos humanos cuando están en el Poder.

Hoy 11 de septiembre al-Maduro manipulador de muertos pretende montarse también sobre la figura de Salvador Allende. El “Chicho Allende” no merece que lo recuerde gente de esta calaña.

Diego Arria
11 de septiembre de 2013