Zhuangzhuang tenía muy pocos días de vida cuando empezó a notar que su madre no lo quería mucho. No sólo no lo cuidaba como éstas acostumbran en la mayoría de las especies animales, sino que incluso lo maltrataba.
Hasta que un día, en un ataque de ira, empezó a pisarlo con sus enormes y pesadas patas. Si no hubiera sido por la rápida intervención de los cuidadores, habría muerto.
Más allá de lo llamativo del incidente, el personal de la Reserva Natural de Animales Shendiaoshan imaginó que se había tratado de una acción pasajera, impulsada quizás porque algo había asustado a la madre. Por eso, luego de curar sus heridas, introdujeron nuevamente al pequeño elefante en la jaula.
El horror de los cuidadores llegó al colmo cuando vieron que, instantes más tarde, los pisotones volvieron a repetirse, y con renovada hostilidad.
Luego de intervenir para separarlos, y llevarse a la cría a otra parte, asistieron a una escena desgarradora: el elefante bebé pasó cinco horas llorando desconsoladamente.
“No podía soportar estar separado de su madre, y era ella quien estaba intentando asesinarlo”, explicó un empleado del zoológico.
Pero el joven animal tuvo una segunda oportunidad. Ya definitivamente separado de su madre, encontró en uno de los cuidadores todo el amor que necesitaba para crecer sano y fuerte.
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