La nuestra, como farsa, es sumamente trágica por las consecuencias que algún día habremos de pagar por tamaño desastre.
Es que la Venezuela de hoy parece una parodia de 1984, la famosa novela de George Orwell, de quien proviene el término orwelliano, usado para etiquetar a las sociedades de pretensiones totalitarias. En 1984 encontramos, entre los 4 ministerios, uno llamado Ministerio de la Verdad -cualquier similitud con el noticiero de la verdad del que hemos escuchado hace poco, no es pura coincidencia- que nos remite a ese deseo que tienen ciertos gobiernos de reconstruir el pasado, el presente y el futuro a la medida de sus pretensiones de hegemonía política.
Sin embargo, uno sabe que el noticiero de la verdad que se nos propone, en nuestro país no aguantaría la primera emisión, porque si algo no ha logrado este sistema, a diferencia del orwelliano, es que la mentira se internalice al punto de ser tenida por verdad. Aquí uno juega a que se cree la coba mientras haya billete de por medio, que es sin duda el componente fundamental de nuestras convicciones ideológicas, el motor de esta historia, para seguir con Marx (no Groucho, Carlos). Esta semana hemos visto los libros de historia redimensionados para que en todo nuestro devenir el Gran Hermano sea el protagonista y hasta se cuenta con una Constitución ilustrada a su medida. Estatuas ya han comenzado a esculpirse, los edificios llevan su firma. Su mirada nos escruta, nos observa desde todos lados y a través de las “telepantallas” lo tenemos siempre presente. Aquí entra en juego otro concepto orwelliano, el de la vigilancia permanente, que tampoco cala suficientemente entre nosotros porque uno confía plenamente en la incompetencia de los vigilantes. La velada amenaza de la falta de confidencialidad del voto, pretendida por el propio organismo electoral, no es creíble, porque uno sabe que si hay cámaras no funcionan, si funcionan están desenfocadas y si están enfocadas apuntan para donde no es.
Los Lemas del Partido en 1984 son: “Guerra es Paz”, “Libertad es Esclavitud” e “Ignorancia es Fuerza”. No se le ocurrió a Orwell el 800Sabotaje porque era incipiente aún el desarrollo de la tecnología de las telecomunicaciones. Pero esto de pretender que toda incapacidad propia es un sabotaje enemigo es un recurso bastante frecuente en la historia de la incompetencia humana, aunque no deja de ser curioso, en nuestro caso, que lo único que no ha podido sabotear la oposición es el sistema electoral, cuyo ventajismo tanto daño le ha causado.
En fin, en estos momentos de farsa por los que atravesamos encuentra plena vigencia la definición de política que daba Marx (no Carlos, Groucho): La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.