En un país en el cual el ejercicio de la política estuviera orientado a la atención de los problemas nacionales no sería extraño que el conjunto de los políticos, de las diversas tendencias políticas e ideológicas, ocuparan una misma mesa para esa noble y relevante responsabilidad. Esta es una práctica común en muchos países, sobre todo cuando esas naciones atraviesan serias dificultades.
En lo que va de siglo esa práctica en Venezuela ha sido erradicada. Lo que debería ser el deber ser, esto es, la reunión periódica del gobierno con partidos de oposición, grupos de interés y de presión, entre otros, pasaron a formar parte de la historia.
La verdad es que esta circunstancia tiene un actor relevante que impone unas normas de convivencia política que impiden las debidas relaciones entre los distintos sectores de la sociedad. Actúan como señalara alguna vez el periodista italiano Giovanni Amendola, como: ”promesa del dominio absoluto y del mangoneo completo e incontrolado en el campo de la vida política y administrativa.” No existe para el gobierno ningún interés en compartir, desde el punto de vista político, con la otra parte del país que en estos momentos representa la mitad o algo más de la población.
Las circunstancias que no está tocando vivir no son nada reconfortantes: estamos mal y las políticas del gobierno no indican que vayamos a mejorar. Los pronósticos para finalizar el año son alarmantes y los del próximo año no lo son menos.
El gobierno anda sin un norte claro. La verdad es que las consecuencias de lo que nos está tocando vivir son de absoluta responsabilidad del gobierno del fallecido presidente. Maduro no ha cambiado nada, la crisis no es su culpa. Su responsabilidad radica en no dar un golpe de timón para trazar un nuevo rumbo; que no es poca cosa. Mientras la inflación latiguea los bolsillos de los trabajadores y escasean los bienes esenciales Maduro nos amenaza con una habilitante para enfrentar la corrupción y luego se hace el loco. Más tarde vuelve de nuevo con el tema pero aunándole el problema económico y, de nuevo, se hace el loco. De pronto se percata o le dicen que no hay suficientes fondos y la carrera lo lleva a la China. Claro, no por loco sino a pedir prestado y seguir endeudando al país.
Son signos irrefutables de ausencia de coherencia política. La falta de arrojo para señalarle al país que la política de los últimos 14 años nos lleva camino al más profundo barranco impide la reconducción que en materia de política económica hay que llevar adelante. Ya lo saben pero un intenso escalofrío los paraliza. ¿Cómo explicar y reconocer que el gobierno anterior con el cual se inauguró la V República es la responsable y culpable de esta penosa vida que nos está tocando vivir?
Una elevada consideración de la política debería llevar al gobierno – en fin de cuentas en ellos descansa la responsabilidad de lo que acontece- a corregir en un dialogo amplio lo que se deba. Nada pierde el gobierno aceptando que las cosas van mal y que el camino más correcto para enderezar este entuerto es la convocatoria de todos los sectores del país para buscar en conjunto las salidas más adecuadas y consensuadas.
Nada pierden la oposición y las fuerzas sociales y económicas y sociales del país al aceptar un llamado de semejante naturaleza. Después de todo el papel de la oposición es la de criticar y ofrecer alternativas políticas al gobierno. Este último no debería responder como dijo Filodemo en cierta ocasión: “cualquier oposición al fascismo es realmente una traición a la Nación y de este modo se justifica cualquier delito fascista:”
Así las cosas, esperemos que a la carrera del Sr. Maduro a la China un buen tecito chino y, por supuesto, que la milenaria sabiduría de ese pueblo, influyan para que a su regreso todos los venezolanos puedan sentarse a dialogar para cambiar la vida que no está tocando vivir.
@leomoralesP