Otra errónea creencia popular consiste en afirmar que cada vez que bebemos alcohol un puñado de neuronas muere. Científicos del Hospital de la Universidad de Heildeberg estudiaron los efectos de dos vasos de vino en el cerebro con un escáner y comprobaron que solo 6 minutos después de beber nuestro cerebro empieza a consumir productos de la degradación del alcohol en vez de glucosa y cambia su actividad, lo que explica que perdamos reflejos o la desinhibición.
Químicamente disminuyen sustancias como la creatina, implicada en la obtención y gestión de energía, y la colina, componente de la membrana celular. Pero al día siguiente todo vuelve a la normalidad, lo que implica que los cambios son reversibles.
El mismo estudio demostró que, en contra de lo que solemos pensar, no hay diferencias en el cerebro de hombres y mujeres tras consumir la misma cantidad de alcohol: a todos se nos sube por igual a la cabeza.