Inflación, desabastecimiento, crisis cambiaria, corrupción y endeudamiento es el balance de los seis meses de Maduro en Miraflores. Hoy mencionar en cualquier escenario algunas de estas palabras equivale a hablar, lamentablemente, de Venezuela. A estos problemas se suma la explosión de la criminalidad, que pese a las promesas y nuevos planes seguridad, sigue siendo la principal causa de muerte en nuestro país.
Todos sabemos cómo surgió este gobierno, es hijo de la ilegitimidad y la ilegalidad, para nadie es un secreto que desde los poderes públicos se hizo todo para que Maduro resultara cobijado por el manto del Estado. Así vimos como se interpretó la constitución para que fuera el vicepresidente el que asumiera las riendas del país ante la ausencia temporal del expresidente Chávez. Se saltaron los canales regulares para que tuviéramos un presidente de transición ungido como candidato, que colocaba en clara desventaja al candidato opositor.
Vivimos una campaña donde se jugó con los sentimientos del venezolano, tratando de manipular el duelo que sinceramente sintió una parte del país con fines electorales. El debate político se trasladó a un terreno muy delicado, donde cualquier crítica a la gestión era asumida como una ofensa a la memoria del llamado líder de la revolución bolivariana.
Casi una semana de transmisiones con los actos fúnebres, que aumentaban el perfil de Maduro como heredero político, hicieron que en las primeras mediciones tras la muerte del expresidente Chávez las encuestas le dieran 20 puntos por encima de Henrique Capriles Radonski.
El ventajismo electoral fue otro de los factores presentes en la campaña, todas las decisiones del Consejo Nacional Electoral estaban orientadas a desmovilizar a la oposición, de hecho muchos criticaron a Henrique Capriles por participar en las elecciones presidenciales, afirmaban que la oposición estaba caminando directo al “matadero”. La lucha se libró, nadie se rindió pese a todas estas condiciones y los resultados están a la vista de todos. Aunque a Maduro le tocó gobernar, nadie cree en su legitimidad y el balance seis meses después es negativo.
¿Hasta cuándo será sostenible esta situación? La verdad es que nadie lo sabe, la economía hoy es como un enfermo terminal, que comienza a presentar síntomas nada alentadores. La popularidad de Maduro hoy no supera los 40 puntos según el Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), lo que vienen son más controles a la ciudadanía y una inminente devaluación que seguirá elevando el costo de la vida a niveles astronómicos.
Como lo dije en un artículo tras el 14 de abril, el tiempo es el peor enemigo del gobierno. No crean que con cada día que pasa se borra el valor de la palabra empeñada, la gente recuerda lo que dijeron y va a exigir resultados. El reloj no se detiene y demuestran cada vez más una profunda incapacidad para gobernar un país que no es el mismo de hace 15 años. Venezuela no seguirá comprando esperanza, quiere soluciones.