Gonzalo Himiob Santomé: La “ridículocracia”

Gonzalo Himiob Santomé: La “ridículocracia”

¡Vamos! Que ya bastante malo es que desde el gobierno no se tome ni la más elemental o lógica medida, por dura que sea, para superar la grave crisis que padecemos todos, como para además tener que aguantar las explosiones de absoluta ridiculez con las que ya ni nos sorprenden Maduro y sus acólitos todos los días. Hace nada tuvimos que ver nacer, y que pagar además, porque se pagó con dinero público, tuyo y mío, estimado lector, una Constitución ilustrada en la que a Chávez se le dibujaba “mano a mano” con Bolívar (como si hubiesen sido “panas del alma” pues) y vistiendo el tricolor patrio cual capa de Superman; luego ha venido toda esta cháchara absurda sobre la “guerra económica”, que no es tal y que si existe es porque la tiene montada la ineptitud económica del poder contra todos nosotros, blancos, verdes, amarillos, azules o rojo-rojitos. Ahora además, tenemos que ver cómo Maduro, primero decreta, cual si fuera posible, el 8D como el “Día de la Lealtad a Chávez”, y luego por si fuera poco y como si no hubiese otras cosas más importantes y urgentes en las que invertir la plata de la nación, crea el “Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo”, del cual, ya es noticia, se va a encargar Rafael Ríos Bolívar.

 

Ya en otra entrega (“¿Así, o más claro Nicolás?”) me ocupé del tema de la costosísima Constitución ilustrada, y sobre el tema económico, que no es mi especialidad aunque lo sufro con todos mis coterráneos todos los días, hay otras personas mucho más calificadas que yo que aportan una visión realista y cruda sobre los dislates que a toda hora adelgazan nuestras posibilidades, nuestras billeteras y nuestros sueños, por eso me voy a limitar a revisar un poco los dos últimos empeños de Maduro: El decreto del día de la “lealtad” a Chávez, y el “Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo”.

 

La lealtad verdadera Maduro, no puede comprarse ni se decreta, se gana. Bien lo sabía Chávez, que aunque nunca dudó en pagar lealtades, sometiendo al pueblo al más vil clientelismo político a través de las misiones, algunas exitosas, otras no, pero todas fuentes de corruptelas sin fin, al menos se ocupó de mantener un vínculo emocional con sus seguidores, vínculo que por irracional que sea, y aunque ya muy mermado precisamente por los continuos errores del “heredero a la fuerza”, aún se mantiene en muchos venezolanos.

 

El “decreto” del próximo 8D como el “Día de la lealtad a Chávez” revela fundamentalmente dos cosas: La primera es que Maduro y los suyos saben, porque es así, que si quitas a Chávez de la ecuación comunicacional pueblo-gobierno, aquél no tiene absolutamente nada que ofrecer, y así lo reconocen ya hasta las encuestas “secretas” que el propio oficialismo, también descontento con el estado actual de las cosas, ha permitido que lleguen a conocimiento de la prensa y de la ciudadanía en general. Lo segundo que demuestra es que a Chávez, quienes están hoy en el poder, no lo respetan sino como una suerte de “comodín”, que aún ausente todavía resuena en las emociones de muchos. Sólo así, recordándole al pueblo que aún les sigue que todo este desastre es y se mantiene porque fue Chávez quien así lo quiso “con el corazón” (que no con la cabeza, obviamente), y apelando a las esperanzas aún vivas en quienes de buena fe, pero cada vez menos, siguen confiando en su ya finado criterio al haber montado a Maduro muy a duras penas en la silla de Miraflores, podrá el oficialismo cerrar filas ante la avalancha de votos en contra y de votos “castigo” que se les viene en diciembre. Lo segundo que demuestra es que Maduro no tiene el efecto “portaaviones” que tenía Chávez, al que le bastaba pararse al lado de algún candidato oficialista, fuera quien fuera, y levantarle la mano para garantizarle, al menos, la condición de rival político digno y de temer contra la oposición. Maduro es todo lo contrario, es un “peso en el ala”, y por eso sus asesores le deben haber dicho, lo cual se ha cumplido, que no ande mostrando mucho sus bigotes al lado de los candidatos oficialistas que se medirán el 8D contra la oposición, pues su “apoyo” más que sumar o multiplicar, resta y divide.

 

Lo del “Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo” es, ya desde su propio nombre, aún peor. Empezando por lo más pragmático es oportuno indagar cuánto nos cuesta a todos los venezolanos esta nueva estructura burocrática del poder, cuando tanta inversión es necesaria y con urgencia en otros destinos mucho más importantes, como en el sector salud o en seguridad. Si tenemos los hospitales o las morgues como las tenemos ¿No es mejor gastar esos reales allí primero? Digo, mucha y más felicidad nos daría a los venezolanos poder acudir a un hospital público y saber que allí seremos atendidos con eficiencia, y sin tener que estar mendigando hasta las curitas.

 

Luego, cabe recordarle a Maduro que al igual que ocurre con otros conceptos, como el de la alegría o el de la satisfacción, el de la “felicidad” es uno subjetivo y variable, de manera que lo que para él puede ser la “suprema felicidad” para algunos puede resultar de plano una fuerte bofetada. Si revisamos por ejemplo el presupuesto gubernamental sometido recientemente a discusión ante la AN, encontramos que a Maduro se le garantiza la “suprema felicidad” de dejarle, para este año y sólo para “prendas de vestir”, la suma de un millón cuatrocientos dos mil novecientos cuarenta y ocho bolívares “fuertes” (1.402.948,00 BsF.), siendo que el total de lo que supone la “suprema felicidad” de Maduro y de su esposa en su paso por Miraflores para el año que viene, en “textiles y vestuario” alcanza la bicoca de cinco millones cuatrocientos veintiún mil trescientos ocho bolívares “fuertes” (5.421.308,00 BsF.).

 

Así cualquiera es feliz, suprema y ridículamente feliz. Así cualquiera, en un país en crisis, puede darse el gusto de “decretar” lealtades o de crear nuevos, costosos y absurdos viceministerios para tratar de hacerle creer al pueblo que “de verdá verdaíta” está “preocupado” por su “suprema felicidad social”. Mientras tanto, todos nosotros tenemos que hacer colas en las bodegas y mercados para obtener, caro y racionado, lo que necesitamos para subsistir y también tenemos que hacer el ridículo ante nuestros hijos pidiéndoles que desde octubre vayan preparando sus cartas al Niño Jesús, para ver si es que Él logra conseguirles los juguetes que le pidan. Mientras perdemos el Esequibo, la FANB revisa pantaletas en los aeropuertos, una señora le cae a piñas a otra en un Mercal por un litro de aceite y muchos funcionarios públicos amordazados (y saben que lo que escribo es cierto), ven que les redujeron sus pagos de utilidades, en algunos casos hasta en un 50% porque “real pa´ eso” no hay. Es la ridiculez en pasta, que en este caso, lamentablemente, no “mueve a la risa”.

@HimiobSantome

 

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