Un editorial de El País de Madrid (“De mal en peor”) señalaba hace poco que“Maduro parece empeñado en la insólita tarea de empujar a Venezuela por el despeñadero”, no de otro modo se explica que con tan altos precios del crudo e ingresos anuales de $90 mil millones, el país esté sumido en tal caos económico y los responsables no hagan cambios drásticos en sus políticas. Por el contrario“Maduro y sus colaboradores han optado por perseverar en la senda de sus despropósitos (… ) cuyos resultados “no son fruto de conspiraciones ni sabotajes contra el Socialismo del Siglo XXI -cínica cantinela a la que, según todas las encuestas, solo da crédito el 4% de los venezolanos (… ) sino consecuencia de 14 años de intervencionismo, ineficacia e hiperregulación, del drástico control de cambios y precios y de la asfixia de la iniciativa privada”. Piensa El País lo mismo que tememos los venezolanos: sobre lo que persigue Maduro con la Habilitante (que coincide con la salida de la CIDH de la OEA y la creación del esperpéntico Cesppa): “neutralizar” a los enemigos internos -en lenguaje chavista, opositores y periodistas independientes”. Califica el editorial de “alarmantes” tales iniciativas que “apuntan a la represión y control social” a menos de 2 meses de las elecciones municipales del 8D “que son para Maduro un referéndum tras su ajustadísima y cuestionada victoria del pasado abril (… ) Hay motivos para sospechar –concluye El País- que Maduro se ha embarcado en una huida hacia delante para mantenerse en el poder como sea, aun a costa de convertir a su país en una mala copia de la fracasada dictadura cubana”.
Las encuestas -hasta las edulcoradas- revelan cifras explosivas provenientes de todas las clases sociales que dificultan los planes hegemónicos del gobierno. Más del 70% culpa a Maduro de la escasez, inflación, devaluación y de ser el responsable del aumento de la criminalidad y la corrupción. En solo 6 meses -subraya la colega Argelia Ríos- se ha descompuesto la relación del poder con su vieja clientela política (EU 25-10-13). Maduro ha ido perdiendo los votos heredados de Chávez: como demuestra su estupidez de culpar a Twitter (el Imperio) de haberle “quitado” más de 6 mil seguidores y el hecho de que, a pesar del uso y abuso del nombre del difunto con fines electorales, Maduro se niega a entender que él no es Chávez. Debería saberlo porque el 14A perdió más de 800 mil votantes del PSUV, cifra que podría duplicarse el 8D. En la convocatoria para el reciente simulacro electoral “las bajas en unidades electorales activaron las alarmas del PSUV” (EN 27-10-13). Por primera vez en 14 años no hay diferencias entre las valoraciones de “los de arriba” y “los de abajo”: unos y otros se encuentran en los mismos mercados con anaqueles vacíos y unos y otros despotrican de Maduro sin miedo.
A medida que se acerca el 8D el despecho oficial se manifiesta en un aumento de la represión y del totalitarismo: Diosdado Cabello confirma que espía a la oposición. Maduro está ahogando a los 3 gobernadores opositores -sobre todo a Capriles- con corporaciones estatales que reciben más recursos que las gobernaciones. Desde 2010 el centralismo ha restado a las regiones Bs. 125.360 millones de su situado. El colapso total de Caracas, Los Teques. Valles del Tuy y Guarenas creado por mercenarios del PSUV con el cierre de todas las vías ante la marcha pacífica convocada por los mirandinos para reclamar lo adeudado por el gobierno, exhibe impúdicamente el totalitarismo de Maduro. Los costosos afiches con fotos de Capriles, María Corina y Leopoldo López que tapizaron el centro de Caracas con el hitleriano texto de “reconócelos. La Trilogía del mal. Te quitan la luz. Te quitan la comida. Te quitan la paz” hablan de la deriva fascista y totalitaria de un régimen que no es gobierno, sino una secta maligna a la que los ciudadanos masivamente debemos frenar con nuestro voto, que es el arma de los demócratas. Si nuestra votación el 8D es masiva, Maduro quedará demasiado debilitado para poder concluir su tarea de destruir a Venezuela e instaurar oficialmente el modelo cubano.