Verlo en revistas y películas porno, saber que era un deseo que cumplían las prostitutas y al que se negaban tajantemente sus novias hizo que para Juan Felipe el sexo anal se convirtiera en una fantasía que debía hacer realidad. Fueron varios los intentos y muchas las mujeres a las que trató de convencer de probar algo distinto. Finalmente, a los 30 años, lo logró. Reseña El Espectador
Dice la literatura médica que esta práctica comenzó a ser popular entre las parejas heterosexuales para disfrutar del sexo sin preocuparse por un embarazo. En ese entonces no había condones y tampoco existían las pastillas anticonceptivas. Sin embargo, el dolor que generan las primeras veces, la impresión de saber que se está introduciendo algo por una parte del cuerpo que en realidad cumple la función de expulsar previno a muchas mujeres, pero terminó incentivando el misterio y la emoción por probarlo entre los hombres.
Juan Felipe contó con suerte. Su primera vez fue con una chica que dominaba esta práctica, que había descubierto los movimientos precisos para sentir placer y alcanzar un orgasmo increíble. El secreto, le reveló antes de comenzar, es ser cuidadoso y cargar un buen lubricante. Estimular el ano con caricias suaves es el inicio del encuentro, y en su caso también tenía que tomarse varios tragos antes para desinhibirse por completo.
La sexóloga venezolana Michela Guarente ha explicado en varias publicaciones que en el momento en que esta práctica duela o moleste lo mejor es suspenderla. “Pero si ambos se sienten cómodos, la verdad es que se pueden tener orgasmos muy intensos”. Y eso fue lo que sintió Juan Felipe y su pareja aquella noche y en los meses siguientes. La satisfacción por el deseo cumplido todavía lo acompaña, al igual que las ganas por repetir esa hazaña. Ya han pasado casi 15 años y, aunque lo ha intentado, la respuesta de su esposa es la misma: “Estás loco, yo a eso no le jalo”.
Ana Cristina, de 31 años, cuenta que lo hizo en medio de una arrechera miedosa, de lo contrario jamás lo hubiera intentado. “Efectivamente dolió. Es una sensación diferente y, aunque fue rico, tengo que confesar que prefiero lo normalito”. A Ximena, en cambio, le fascina. No necesita un trago como aperitivo ni tampoco que la convenzan para hacerlo. “Las mujeres que no lo hayan experimentado no saben lo que es un orgasmo”.
Más información en El Espectador