La máquina del tiempo de Belgrado son sus pasillos subterráneos (Fotos)

La máquina del tiempo de Belgrado son sus pasillos subterráneos (Fotos)

Los túneles, búnkeres y pasillos subterráneos bajo Belgrado permiten a los visitantes una especie de “viaje en el tiempo” por la turbulenta historia de la capital serbia, desde la época romana, hasta los Otomanos, Habsburgos, nazis y finalmente los comunistas tras la Segunda Guerra Mundial. EFE

Gran parte del casco histórico de la capital serbia se encuentra sobre yacimientos arqueológicos con cientos y cientos de metros de túneles construidos durante la milenaria historia de la ciudad.





Desde del año 2012, se pueden visitar de forma organizada varios lugares subterráneos de Belgrado, aunque la mayor parte de esta “ciudad bajo la ciudad” sigue cerrada al público.

“Más de 10.000 personas del mundo entero han visitado ya estos lugares”, cuenta en declaraciones a Efe Milos Zivaljevic, de la organización turística Go2Serbia.

Todo eso, sin contar los numerosos visitantes que dan vida a varios restaurantes o bodegas de vino situados en cuevas y pasillos.

“Esta bodega de vino es mi lugar favorito. Aquí organizamos eventos poco comunes para sorprender a los belgradense”, explica Zoran Nikolic, un guía especializado en la gira por los pasillos subterráneos y coautor del libro “Belgrado bajo Belgrado”.

Conocedor como nadie del Belgrado subterráneo, Nikolic considera que en los corredores bajo la ciudad el visitante “entra en una especie de “máquina del tiempo” para poder comprender la esencia de la ciudad”.

Todavía pocos belgradenses saben que paseando por el céntrico parque de Tasmajdan, caminan sobre una amplia cantera explotada hace 2.000 años, o sobre el centro de mando clandestino para el sureste de Europa de los nazi durante la II Guerra Mundial.

Este lugar disponía entonces de 156 líneas telefónicas, generadores eléctricos y un potente sistema de ventilación.

Un verdadero “tesoro” subterráneo guarda la céntrica Fortaleza de Belgrado y su parque Kalemegdan, erguidos sobre la desembocadura del Sava en el Danubio desde una elevación de caliza.

A su entrada, en el edificio de la actual Biblioteca de Belgrado, pasa un tubo del acueducto de 15 kilómetros de largo que suministraba la entonces ciudad romana de “Singidunum”.

Este acueducto funcionó durante casi 19 siglos, explica Nikolic.

En el siglo XX, el líder comunista yugoslavo Josip Broz Tito construyó en secreto en 1948, en el corazón de la tierra, un moderno sistema de búnkers y túneles para la defensa ante un eventual ataque soviético.

La instalación fue edificada a raíz de la crisis política que surgió cuando Tito rompió con el líder soviético José Stalin y que amenazaba con un nuevo conflicto bélico tras la II Guerra Mundial.

“No es un lugar antiguo, tiene de 65 años, pero su existencia fue un secreto incluso para los investigadores”, asegura Nikolic.

Cuesta abajo, está un antiguo polvorín, una gran cueva artificial edificada por el príncipe y general Eugenio de Saboya, que venció aquí a los otomanos en 1717 y dejó Belgrado en manos austríacas, que convirtieron el pueblo oriental provincial en una ciudad barroca.

En lo que era un vasto depósito de pólvora, hoy se guardan lápidas, sarcófagos y monumentos de la época romana, entre ellos el primer monumento cristiano de Belgrado, del siglo IV, con la presentación de la historia sobre el profeta Jonás.

Casi no hay edificio en el centro de Belgrado en cuyos fundamentos no se encontraron sarcófagos o lápidas sepulcrales romanos, y en el sótano de una casa céntrica todavía está la tumba de un centurión.

Hoy, en el Polvorín se organizan eventos como presentaciones de libros o vinos, o alguna exposición.

A la salida de la Fortaleza de Belgrado, en la parte que da al río Sava y que en el pasado era la arteria comercial, se encuentran otras cuevas artificiales que en su tiempo disponían del sistema de grúas y servían para guardar mercancías como alimentos y otras por la baja temperatura que mantenía su frescura.

Algunas de esas cavidades albergan ahora restaurantes o bodegas de vino, en un ambiente que no necesita aire acondicionado, ni siquiera en verano. EFE