El protagonista de la historia es un coronel, ya retirado, septuagenario, que vive junto a su mujer asmática en un pequeño pueblo no identificado de la costa caribeña de Colombia. El que fuera un héroe de su país, quien a las órdenes de Aureliano Buendía, ahora parece abandonado y olvidado por todos. La historia transcurre en 1951.
En “El Coronel no tiene quien le escriba” al coronel, veterano de la guerra de los “mil días” le toca esperar, ya viejo, por una pensión que le prometió el gobierno hace más de 15 años, además de eso sufre la perdida de su hijo y lo único que le queda es su mujer y un gallo de pelea que le deja su difunto hijo. A este gallo se aferra el coronel de manera que prefiere pasar hambre para darle algo de comer al gallo porque tiene la certeza de que les dará más dinero peleando en peleas de gallo que vendiéndolo.
Escribe José Manuel Caballero Bonald, en su prólogo a la edición de la novela de la Editorial El Mundo en 2001 “Víctima de la insolidaridad y el abandono, ese anónimo coronel, veterano de la «última guerra civil», lleva veinticinco años confiando vanamente en la ratificación oficial de la pensión que le correspondía. «Nunca es demasiado tarde para nada», proclama sentenciosamente. Abocado a la miseria, torturado por el desdén y el olvido, el coronel se enfrenta cada día a una indigencia laboriosamente compartida con su mujer, enferma de asma. No hay respiro en esa menesterosa y dramática tesitura vital. El coronel invalida como puede su dignidad sobreviviendo con préstamos y equilibrios difíciles. Ha ido vendiendo todo lo vendible que había en su ruinosa casa, menos un gallo de pelea que mantiene a costa de la propia y definitiva vecindad con el hambre. ¿Por qué esa resistencia última a desprenderse de un gallo cuya sola alimentación incluso le exige al coronel sacrificios imposibles?”
Continúa José Caballero “Tal vez habría que adjudicarle a ese gallo, como hace Mario Vargas Llosa en su estudio García Márquez: Historia de un deicidio (Barral, 1971), un cierto rango de metáfora política. Aunque la hipótesis puede resultar demasiado rebuscada, esa desconcertante actitud del coronel negándose a vender un gallo que había sido de su hijo, asesinado por repartir hojas clandestinas, puede corresponderse con un fondo de entereza frente a una determinada situación política”.
No solo coincido con Vargas Llosa y Caballero que a ese gallo habria que adjudicarle “un cierto rago de metéfora política”, sino a toda la novela, que describe análogamente, la situación hoy del chavista de base.
Podríamos afirmar, sin exageración alguna, que el gallo representa “el reparto” que Chávez prometió dentro de la nostalgia del chavista, que es el coronel. La pensión, que había sido negada, y que por durante quince años esperó el coronel, pero no se había enterado por la censura a los periódicos, es precisamente la “época dorada” que Chávez ofreció basado en el reparto de la renta petrolera, que los apátridas le habían “robado” al pueblo. Esa pensión del coronel por sus servicios en la guerra es tan justa como el pedacito de la Pdvsa que “ahora es del pueblo”.
En la novela de García Márquez el coronel es esencialmente un idealista, que no necesariamente son los chavistas. Pero si le compraron la tesis a Hugo Chávez, dentro del resentimiento que utilizó como control social, que se merecían, -como el coronel su pensión- el reparto como forma de saldar la “deuda social acumulada”.
Sin duda Hugo Chávez es el hijo difunto. Y hoy Nicolás Maduro es el cartero del chavismo. Nada más.
Engolosinado por el poder, Maduro pretende ahondar los errores que cometió Hugo Chávez y en otros aspectos en los que se abstuvo actuar. Armado de una ley habilitante, y dotado de muy poco conocimiento y habilidades personales, aún así se pavonea gritando “ahora no me para nadie” en su ruta para empeorar el ya desastrozo legado de su predecesor.
La mujer asmática del coronel es la analogía de la sociedad venezolana. Cansada de la guerra, las carencias, el hastío, la pensión que nunca llegaba y las ilusiones del coronel, lo increpaba, en situaciones que García Márquez describió con agudeza.
Más adelante, cuando aumentaron las carencias tenemos
El diálogo de las últimas frases de la novela describe la analogía que quiero presentar. La necedad de Maduro en “transformar” la economía venezolana en una economía comunal y comunista, de imposible viabilidad. Un apuesta riesgosa, sin retorno. Sin capacidad alguna de rectificación. Una apuesta, que como la mujer asmática del coronel, le preguntaba a su marido: ¿Y si el gallo pierde? Lean al final la increíble coincidencia de novela con el pais de hoy.
Es increíble cómo la ficción de hace medio siglo, muchas veces, coincide con la realidad del presente.
David Morán Bohórquez
@morandavid