Frustrado ante las modestas ventas en su pequeña fábrica de maniquíes, Eliezer Alvarez hizo una simple observación: las mujeres venezolanas estaban recurriendo cada vez más a la cirugía plástica para transformar sus cuerpos, pero los maniquíes en tiendas de ropa no reflejaban estas nuevas proporciones, a veces extremas, publica New York Times.
Así que volvió a su taller y creó el tipo de mujer que, pensaba, la gente quería: con pecho y asentaderas prominentes, cintura de avispa y largas piernas, una fantasía de fibra de vidrio, al estilo venezolano.
La forma fue aumentada, al igual que las ventas. Ahora sus maniquíes, y otros similares, se han convertido en la norma en tiendas a lo largo de Venezuela, sirviendo como una visión exagerada, a veces polarizadora, de la forma femenina que clama desde las puertas de diminutas tiendas que venden ropa barata a mujeres de clase trabajadora y los aparadores de lujosas boutiques en centros comerciales de varios niveles.
El arte de Alvarez pudiera haber ido enfocado a imitar la vida pero, en una cultura saturada con ese tipo de imágenes, la vida está devolviendo el cumplido.
“Ves a una mujer así y dices: ‘Guau, yo quiero verme como ella’?”, dijo Reina Parada, mientras lijaba el torso de un maniquí en el taller. Si bien ella no puede darse el lujo, dijo, algún día le gustaría someterse a una cirugía para que le colocaran implantes. “Te da mejor autoestima”.
Los procedimientos cosméticos están tan en boga en Venezuela que la gente a menudo se refiere casualmente a una mujer con implantes como “una mujer operada”. Las mujeres hablan libremente sobre sus cirugías, en tanto fabricantes de maniquíes también se refieren en broma a las creaciones como “operadas”. La esposa y socia comercial de Alvarez, Nereida Corro, se refiere a su maniquí más vendido, con sus proporciones infladas, como el modelo “normal”.
CHOQUE DE IDEOLOGÍAS
La franca aceptación de la cirugía plástica choca con la ideología socialista del gobierno y frecuentes mensajes sobre la creación de una sociedad exenta de la mancha del comercialismo. Hugo Chávez quien fue por largo tiempo el presidente de Venezuela y murió en marzo después de 14 años en el cargo, censuraba con dureza los procedimientos, diciendo que era “monstruoso” que mujeres pobres estuvieran gastando dinero en cirugías de busto cuando tenían problemas para llegar al fin del mes.
Sin embargo, la misma fuente en la que confía el gobierno —las mayores reservas estimadas de petróleo en el mundo— ha alimentado por largo tiempo una cultura de dinero fácil y consumismo, a la par de una predilección por las soluciones fáciles y la gratificación instantánea.
“Venezuela es conocida por su petróleo, y también por su belleza”, dijo Lauren Gulbas, académica feminista y antropóloga en el Darmouth College, quien ha estudiado actitudes hacia la cirugía plástica en Venezuela. “Eso está ligado con la razón por la cual se percibe como algo de suma importancia para los venezolanos”.
La belleza asumió un papel de importancia en particular a finales de los 70 y 80 cuando las reinas de belleza del país, de por sí una obsesión nacional, fueron coronadas Miss Universo tres veces. Su éxito sobre el escenario internacional asumió una resonancia especial. Llegó al tiempo que el país estaba luchando con las frustradas expectativas del auge petrolero de los 70 y la profunda crisis económica que siguió, trayendo consigo una crisis de confianza nacional.
Fotos New York Times