Lapatilla
“Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”.
Artículo 62, Constitución de Cuba
- Todo régimen comunista es un proyecto de dominio que se enmascara detrás de una visión hegemónica de la sociedad. Un régimen de esta naturaleza puede llegar a declarar, como lo hace el régimen cubano en el artículo 62 de su Constitución, que las personas son libres siempre y cuando acepten el comunismo. Tal declaración se inscribe dentro de una narrativa heroica que convoca al pueblo cubano “a llevar adelante la Revolución triunfadora del Moncada y del Granma, de la Sierra y de Girón encabezada por Fidel Castro que, sustentada en la más estrecha unidad de todas las fuerzas Revolucionarias y del pueblo, conquistó la plena independencia nacional, estableció el poder Revolucionario, realizó las transformaciones democráticas, inició la construcción del socialismo y, con el Partido Comunista al frente, la continúa con el objetivo final de edificar la sociedad comunista”. De esta forma, pues, el sistema de dominio no sería tal y cualquier crítica que se le hiciese constituiría una traición a la patria que merecería ser castigada ejemplarmente.
- El pueblo venezolano rechazó democráticamente, hace pocos años, que su Constitución fuera reformada para hacerla una Constitución socialista. El socialismo del siglo XXI – que es también un proyecto comunista, tal como lo reconoció públicamente el propio Fidel – no ha logrado, hasta hoy, dar forma plena a un sistema de dominio como el cubano. En esa búsqueda, sin embargo, a la actual minoría dominante se le ha ocurrido hacer de su “Plan de la Patria” una nueva fuente de legitimidad, una Constitución paralela. Tiende a convertir ese instrumento, incluso, en una suerte de texto sagrado entregado al pueblo por el supuesto “Comandante Eterno” antes de dejar este mundo. En dicho Plan se reflejaría “…la marcha de más de dos siglos de resistencia y de 13 años de un pueblo en Revolución” y mediante él se convocaría “…a todos los que quieren Patria a seguir andando por la senda del Socialismo.”
- Para imponer su fe el régimen neocomunista venezolano comienza a actuar como una Inquisición. Y, como se sabe, la Inquisición no dialogaba. Sólo imponía su verdad, por las buenas o por las malas. Así, el régimen se dispone a perseguir a los herejes, a impedirles expresarse a través de los medios de comunicación, a hacer obligatoria la lectura y aceptación del texto sagrado, a castigar a quienes supuestamente mancillen la memoria del “padre fundador” del socialismo del siglo XXI. Para el régimen, en definitiva, la sociedad debe ser dividida entre revolucionarios patriotas, por una parte, y enemigos del pueblo y de la Patria, por la otra. Y ninguna de las libertades de estos últimos podrá ser ejercida en contra de los Planes Socialistas.
- En tal sentido, el régimen está convencido que no hay nada sustantivo sobre lo cual conversar con los alcaldes democráticos. Por eso les establece condiciones inaceptables para dialogar y pretende colocarlos ante un dilema vital. De ellos sólo espera su sometimiento o su desaparición política. En los próximos días veremos entonces cómo el régimen someterá a los alcaldes democráticos a “autos de fe”. (Nota histórica: un auto de fe era un acto público organizado por la Inquisición española para que los acusados de herejía abjurasen de sus creencias, se arrepintiesen de sus actos y se convirtiesen a la fe católica). El régimen exigirá, pues, a los alcaldes que abjuren del pluralismo democráticos y se conviertan a la fe socialista contenida en el Plan de la Patria.
- El régimen hace explícita su estrategia. A los alcaldes que acepten convertirse a la nueva fe y subordinarse al Poder Nacional les serán reconocidas sus competencias y les serán enviados los recursos financieros correspondientes a sus municipios. Los alcalde que no admitan tal condición serán considerados como herejes contrarrevolucionarios, no serán reconocidos y “les irá muy mal” durante sus cuatro años de gestión. No sólo les serán arrebatados activos diversos y no recibirán los recursos que por ley les corresponden, sino que serán sometidos también a una implacable y desleal competencia por parte de autoridades paralelas, de “protectores”, de comunas socialistas.
- Los alcaldes democráticos dispuestos a defender la Constitución – es decir, la libertad, el pluralismo, la descentralización – pasan a ser entonces, en esta difícil coyuntura de nuestra historia republicana, líderes del movimiento de resistencia democrática ante el proyecto neocomunista. En tal sentido, su reto es doble. Al tiempo que deben dedicar sus mejores esfuerzos a resolver los problemas concretos de sus ciudades, pueblos o comunidades, deben también mantener movilizados a los ciudadanos en la defensa de la Constitución. Los alcaldes democráticos deben ser gerentes eficientes y líderes inspiradores. No es tarea fácil, sin duda. Pero algunos de ellos serán, estoy seguro, los héroes civiles que tanto necesitamos.
- Nuestros alcaldes democráticos deben recordar, en todo momento, que no están solos, que somos millones quienes los elegimos democráticamente y quienes no estamos dispuestos a hundirnos mansamente en la noche del comunismo. No está de más recordar, al respecto, que fue en los espacios locales, en nuestros viejos cabildos, donde se forjó por vez primera nuestro espíritu independentista.
@roca023