Es un pueblo andino cualquiera de nuestra geografía próxima a la frontera. A la escasez de gasolina -en el país con las reservas más grandes de petróleo del mundo- se adiciona la de los productos de consumo masivo: azúcar, harina pan, papel toilette, leche etc. etc. La carencia en el sitio de marras ronda la población, y desde su arribo ha distorsionado la tranquilidad provinciana y engendrado recurrentes angustias, colas, coleados, empujones, trifulcas y, sobre todo, graves temores en los comerciantes. Los incitados saqueos por el verbo político-electorero hecho irresponsabilidad y las forzadas rebajas, ya vaciaron algunos estantes, para alegría de pocos, negocio de “vivos” y rabia y preocupación de muchos. Es día martes, el frescor que desciende de las partes altas de la sierra a las 6.30 de la mañana aconseja un tinto o un recalentadito. Un camión cava se estaciona frente a un abasto de asiáticos. El chofer apaga el motor del vehículo y permanece al volante escuchando música vallenata, a la espera de que los dueños del abasto suban la santamaría. A los pocos minutos aparece una mujer de mediana edad, algo entrada en carnes. Viste camisa roja y blue jeans algo desteñidos y rotos, a la usanza de moda. De inmediato se acerca al conductor, le saluda, e ipso facto le interroga, con aparente displicencia: ¿Se puede saber qué lleva usted en la cava? El conductor se toma unos segundos antes de contestar y luego de hacerle de pies a cabeza un paneo a la intrusa, le contesta con simulada indiferencia: leche. La señora esboza una media sonrisa que más bien parece una mueca y sus ojos se abren desmesuradamente, arquea las cejas y sus negras pupilas parecen querer salirse de sus cuencas. Luego se aleja unos diez pasos, extrae del bolsillo derecho su “vergatario” roji-blanco, regalo de un seguidor del finado presidente, y empieza a teclear sin descanso, impartiendo instrucciones. De seguidas proporciona a sus interlocutores su ubicación y revela brevemente el acontecimiento: ¡Sí, en el abasto de los chinos que está…! Avísele a todos. Véngase usted y tráigase a mamá, y a la abuela también, que con dos bolsas que cada uno saque, vale la pena, es negocio! Ruedan los minutos. Llegan motorizados en parejas, el ambiente es tenso. Antes de que el comerciante abra el local ya se ha formado una pequeña cola y una comisión de la guardia se ha hecho presente. Al fin a las 7.00 a.m., suben la santamaría. Ya la cola cruza la esquina. Dos uniformados entran al negocio y otros dos permanecen en la puerta para impedir que los angustiados y presuntos compradores congestionen el local. El sargento que los comanda se dirige al conductor del camión, exigiéndole la guía de carga y le conmina enérgicamente a que abra la cava. El conductor trasmite la orden al ayudante y éste, con mucha paciencia y tranquilidad, comportamiento que parece irritar a los esperanzados “compradores”, obedece; abre los candados, y de par en par las compuerta del camión, dejando ver el contenido: Sacos y más sacos de detergente en polvo y cajas con barras de jabón azul. Un gesto de sorpresa y susurros indescifrables de frustración invaden la cola. Alguien grita: ¡la leche tiene que estar escondida detrás de la carga, que la bajen toda! ¡Sii!, todos asientan. Los guardias proceden a ello. Pero, en vano: solo jabón. Eso es lo que hay. El sargento se acerca al conductor y le interpela: ¿dónde está la leche? ¿Cuál leche?, contesta el responsable de la confusión, con una risita mezclada de ira. ¿Y quién dijo que yo traía leche? Usted ya vio la guía, afirma. Se hace un silencio expectante y la cola se disuelve rápidamente. Disipada ya la angustia y mientras descargan la cava, el chofer le comenta al asiático, quien parece no entender nada: yo me vine de Maracaibo cuándo ocurrió eso que llamaron el Caracazo, me saquearon el negocio. Lo perdí todo, y agrega: Yo con choros…, ni a la iglesia. Anécdotas como ésta forman ya parte de la cotidianidad nacional, siendo pocas las esperanzas de que la causa desaparezca en breve tiempo, pues el sendero escabroso por el cual a trocha y mocha el gobierno de turno pretende empujar al país, conduce indefectiblemente hacia ese “mar de la felicidad” cuyo más oscuro exponente es Cuba, donde la escasez forma parte del día a día, desde hace lustros.
@rafagas40
Publicado originalmente en el diario El Impulso como “Ráfagas-humor negro”