Aunque no tiene el poder de curar la demencia o la enfermedad de Alzheimer, la música puede ayudar a los enfermos a “despertar” sus recuerdos, según reveló un documental presentado este fin de semana en el Festival de cine de Sundance en Estados Unidos.
Romain Raynaldi/ AFP
“Alive Inside: A Story of Music and Memory” (“Vivo por dentro: una historia de la música y la memoria”), el primer largometraje de Michael Rossato-Bennett, está en competición en el festival de cine independiente, que se realiza hasta el 26 de enero en Park City, en las montañas de Utah (oeste de Estados Unidos).
La película, muy emotiva, sigue los esfuerzos de Dan Cohen, fundador de la asociación Música y Memoria, para convencer a los hogares de ancianos estadounidenses de los beneficios de la música en los pacientes que sufren demencia y Alzheimer.
Para sorpresa del los cuidadores de estos centros, el documental muestra cómo, con auriculares y reproductores de música, los pacientes encerrados en su mutismo y perdidos en el laberinto de la demencia senil parecen recuperar algunos recuerdos y sentimientos al escuchar la música que les gusta.
El experimento, realizado ante cámaras, es impresionante y muchos pacientes comienzan a hablar, sonreír, cantar, e incluso a esbozar pasos de baile ante sus atónitas familias, al escuchar el jazz de su juventud o de sus primeros coqueteos.
“Esto no es una cura”, dijo a la AFP Rossato-Bennett. “No hay forma de recuperar las células (nerviosas), que han sido destruidas. Es como si los lugares donde se almacenan los recuerdos se hubieran ido para siempre”.
Pero la música, a diferencia de otras emociones, tiene la capacidad de penetrar en los rincones del cerebro menos afectados por la demencia, que actualmente sufren cinco millones de estadounidenses.
Más melodías, menos medicamentos
Según Rossato-Bennett, esta terapia musical puede contribuir a resolver un problema social creciente.
“En 10 a 15 años, si no hacemos nada, tendremos que duplicar el número de camas en los hogares de ancianos en Estados Unidos”, señaló el cineasta. “Pero apenas podemos pagar las camas existentes. Duplicarlas llevaría a la quiebra a este país. La gente va a tener que vivir en su casa más tiempo” y la música puede ayudar.
“Cuando uno tiene Alzheimer, el mundo se vuelve abrumador, uno ya no puede distinguir lo que está sucediendo dentro y fuera suyo. Vivir se convierte en una agresión”, dijo. “Pero cuando se le da a alguien algo que le gusta, como la música de su juventud, el mundo se reduce al instante” y se vuelve menos amenazante.
La música permite así disminuir la ansiedad del paciente sin tener que recurrir a medicamentos. Porque más allá de la música, lo que aborda el film es la cuestión más general de la suerte de las personas mayores.
“El tema clave está en las pastillas que esta gente toma. Su torrente sanguíneo es el más sobremedicado del planeta. No hay seres humanos en este planeta con más drogas en su cuerpo”. Y es más fácil entrar en un hogar de ancianos con un nuevo medicamento que con un reproductor de música digital…
“Vivimos en una época, en una cultura, en la que ya no estamos muy seguros de cuánto nos preocupamos por los seres humanos. Nos preocupamos por la industria, el progreso, el comercio. Pero tal vez los ancianos ya no sirven. Y si uno vive en una sociedad donde todo es eficiencia y productividad, ¿qué pasa con los que ya no sirven?”
Según Rossato-Bennett, la humanidad está en un punto de inflexión.
“Con la tecnología, somos dioses. Realmente creo que necesitamos repensar casi todo, y al final, no tendremos opción. Porque si estamos creando el calentamiento global, si estamos agotando la peces de nuestros océanos, si nuestros mayores no están teniendo una vida digna, en algún momento no podremos ignorarlo. Y cambiaremos”.
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