El nuevo zar de la economía, Rafael Ramírez, presidente del PDVSA, Ministro de Energía y Petróleo y Vicepresidente del Área Económica, anunció el miércoles 22 de enero un conjunto de medidas, principalmente administrativas y otras de índole económicas para tratar de capear el vendaval cambiario que padece la economía. Solamente en un país con una crisis de liderazgo en materia de economía, puede Ramírez fungir como director del elenco del gobierno en ese ámbito tan complejo. Llamó poderosamente la atención que ni el ministro Jorge Giordani ni el de nuevo presidente del BCV, Nelson Merentes, aparecieran en la rueda de prensa presidida por Ramírez. Tal vez ello obedezca al hecho de que ambos están calcinados en su credibilidad y ahora resulten acompañantes incómodos en esta etapa de crisis. Resulta muy difícil creerles ni siquiera el credo a Giordani o a Merentes, luego de tantas equivocaciones y mentiras a la opinión pública.
De lo dicho por Ramírez se deduce que se trata de anuncios aislados, que no obedecen a un plan para encarar la severa crisis económica que vive Venezuela. Sin un plan económico que contenga medidas fiscales y monetarias, esos anuncios cambiarios carecen de cualquier valor. Los regímenes cambiarios son sostenibles solamente cuando están anclados en políticas fiscales y monetarias coherentes y creíbles. Ello es más importante para el caso de Venezuela donde ya el precio petrolero a US$ 100,0 por barril resulta insuficiente para financiar la vorágine presupuestaria y el macro Estado que se ha construido en estos años.
Lo cierto es que Venezuela vive una crisis económica sin precedentes, caracterizada por una elevada inflación de 56,4%, pronunciada escasez, que según el BCV se cifra en 22,0%, es decir de cada cien productos faltan veintidós, estancamiento de la producción y especialmente la de alimentos y una declinación de reservas internacionales del BCV, que durante 2013 alcanzó a US$ 8.500 millones y en lo que va de 2014 es de US$ 1.000 millones, lo que configura una crisis de balanza de pagos. Frente a esa crisis en todas sus dimensiones, el gobierno no anunció un programa económico integrado y global para sacar a Venezuela de esa situación calamitosa. Contrariamente, se limitó Ramírez a anunciar un conjunto de medidas dispersas, todas ellas encaminadas a crear más restricciones al acceso a las divisas y ninguna para generar más divisas, que es donde reside el problema de fondo: la falta de dólares, las deudas acumuladas, el recorte del crédito internacional y la elevada dependencia del petróleo.
El gran anuncio de Ramírez fue la materialización de la devaluación del bolívar, la cual ya se viene realizando con el traspaso de la lista de bienes que recibe dólares a la tasa de Bs/US$ 6,30 a Bs/US$ 11,30. Se molesta Ramírez cuando alguien llama las cosas por su nombre. Claro que estamos frente a una devaluación que puede ser superior a la de 2013. De esta manera, la tasa oficial de Bs/US$ 6,30 quedará para unas pocas importaciones que realiza el gobierno y el resto de los bienes importados irá pasando gradual pero sostenidamente a una tasa más elevada. Ello claramente se expresará en una aceleración de la inflación, cuyo monto será mayor al aumento de precios de 2013 y la consecuente caída de los salarios reales. Pero la osadía de Ramírez no tiene límites, al denominar este adefesio para el manejo del dólar como un sistema de bandas cambiarias. Ello es totalmente falso, un sistema de bandas implica definir un límite inferior, un límite superior donde el tipo de cambio se mueve de acuerdo con una paridad central y sobre todo, una regla de intervención para suavizar la volatilidad del tipo de cambio nominal. En el fondo, al analizarse bien los anuncios se concluye que el mismo es una copia falsificada del desprestigiado Recadi, que estuvo vigente entre febrero de 1983 y febrero de 1989.
El anuncio de Ramírez es tan incompleto que no se define a qué tasa de cambio venderá PDVSA los dólares al BCV, si es la tasa de Bs/US$ 6,30 o la tasa SICAD, al ser las exportaciones de crudos u derivados la casi única fuente de ingresos de divisas de Venezuela. Fue un poco más allá Ramírez al acusar a los venezolanos y adosarle el despreciativo remoquete de “raspacupos”. La crisis de balanza de pagos y la pérdida de reservas que sufre Venezuela no la causaron los venezolanos, ahora señalados por el gobierno. La crisis la causó un modelo económico fracasado, que privilegió a las importaciones y destruyó la producción nacional, destruyendo el empleo y generando inflación.
Cometió Ramírez un grave error al desconocer en los hechos la deuda privada no financiera derivada de importaciones realizadas y otros servicios no pagados. Esa deuda es tal legal como la documentada en un bono debido a que Cadivi emito una autorización de adquisición de divisas que hizo posible esas importaciones o erogaciones que ahora Ramírez duda en pagar. Finalmente, asomó con dudas, la posibilidad del volver a la permuta de divisas para oxigenar un mercado cambiario paralelo agónico, oscuro y con una depreciación sostenida del bolívar Sucede que fueron estas operaciones las que suspendió el gobierno en mayo de 2010 y por la cual acusó Jorge Giordani a los funcionario de las casas de bolsas de especuladores cambiarios, muchos de los cuales se tuvieron que exiliar y otros pasaron más de dos años en la cárcel. Ahora tendrá que tragar grueso Ramírez y desmentir a Giordani al tener que reconocer que del alza del dólar negro no se debió a las casas de bolsa sino a la inconsistencia de la política económica.