La magia y la literatura envolvieron hoy a la pequeña y tropical localidad de Aracataca, en el norte de Colombia, donde el Nobel Gabriel García Márquez fue homenajeado en la misma casa donde creció, el lugar que recreó en “Cien años de soledad” y convirtió en “Macondo”.
“Yo sé que en esta casa hubo flores, allá por 1927, donde revoloteaban mariposas amarillas”. Con estas emotivas palabras, que hacen referencia a uno de los episodios más evocados de “Cien años de soledad”, el reconocido escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez inició el homenaje.
Un tributo organizado por el Ministerio colombiano de Cultura como preámbulo al Hay Festival que comienza mañana en Cartagena de Indias y además el primero que se rinde al genio de las letras en su pueblo natal.
Un acto además no exento de realismo mágico, ya que los vecinos de Aracataca recitaron de memoria párrafos enteros de las obras del Nobel e incluso un profesor que llegó desde Cartagena de Indias cantó un poema, bien argumentado, que contenía los títulos de absolutamente todas las novelas del escritor.
Vásquez, autor del éxito editorial “El ruido de las cosas al caer” y uno de los más reconocidos escritores colombianos del momento, aclaró que “Macondo es la transcripción poética de Aracataca” y por eso confesó que “conocer la casa de García Márquez es un placer inmenso”.
Y es que la fiesta se celebró en la casa-museo de Aracataca, la la vivienda rehabilitada de la familia García Márquez y lugar que inspiró al Nobel para escribir la obra latinoamericana más universal.
El coronel Aureliano Buendía, Úrsula, José Arcadio, Amaranta y Remedios la Bella, los personajes de la gran novela, merodeaban hoy las habitaciones e interpretaban locas escenas de un libro leído por millones y millones de personas en el mundo y traducido a decenas de idiomas.
“Se puede decir sin exagerar que ‘Cien años de soledad’, o más bien ese lente que inventó y que hoy llamamos realismo mágico, fue una de las maneras de ver el mundo más influyentes que ha salido de la literatura en lengua española”, manifestó Vásquez a Efe.
El novelista fue más allá: “No hay libro que haya dejado huella y escuela en otras civilizaciones como ‘Cien años de soledad'”.
Y el crítico literario, escritor y editor Conrado Zuluaga, uno de los grandes conocedores de la obra de García Márquez, manifestó, también en declaraciones a Efe, que Colombia “estaba en mora de hacer este homenaje”, al calificar de “increíble” que siendo un Nobel no haya “unas obras completas, ni una edición crítica, incluso que sus libros no circulen en las librerías”.
“Es increíble que la derecha lo repudie por ser amigo de los Castro, que la izquierda lo repudie por ser amigo de Bill Clinton. Estamos en un país muy mezquino y muy mediocre. Ojalá se sigan haciendo estos homenajes”, aseveró.
Zuluaga fue especialmente crítico con la situación que se presenta en las librerías de Colombia, donde es prácticamente imposible conseguir libros de García Márquez debido a una operación financiera que hizo Norma al abandonar la publicación de novela y poner condiciones difíciles a los pequeños libreros, siendo la única editorial que tiene los derechos del autor en este país.
El experto macondiano dijo que el mejor homenaje que se debe hacer a Gabo, como se le conoce al Nobel en Colombia, es reclamar a la editora de García Márquez que asuma la responsabilidad y los libros lleguen a las librerías colombianas, grandes y pequeñas.
Zuluaga planteó estas quejas por una razón obvia: “García Márquez devolvió el placer de la lectura en lengua española, devolvió los sueños, las aspiraciones, los secretos, los augurios, los inventos y la magia que todos llevamos por dentro”.
A causa de su avanzada edad, Gabo fue el gran ausente de este homenaje en su tierra natal, donde su pueblo se volcó para recibir a una delegación de escritores, fanáticos, críticos, periodistas e incluso ministros.
Su hermano Jaime fue el representante de la familia que estuvo presente y expresó que para los García Márquez este acto “significa lo mismo que para toda Colombia, para América Latina y el mundo entero, pero con un orgullo adicional”.
“Yo soy uno más de los once hijos del telegrafista de Aracataca”, indicó con humildad, casi repitiendo las palabras de su venerado hermano, quien siempre ha expresado públicamente su orgullo familiar, inspirador de la saga Buendía.
Gabo viajó a Aracataca en 2007 por última vez, cuando recorrió sus calles, visitó la casa del telégrafo, donde trabajó su padre, la residencia familiar, hoy convertida en museo, y lo hizo en tren por esas vías que usaron las plataneras durante décadas, las que fueron testigo de la masacre de la United Fruit Company en 1928 que tan bien retrata en “Cien años de soledad”.
Aracataca, una localidad ubicada entre ciénagas y ríos, hoy recordó como nunca a su hijo predilecto. EFE