“Brasil está más retrasado en la preparación que Sudáfrica en el mismo período”. Así de contundente había sido Joseph Blatter, presidente de la FIFA, al referirse a la actual situación de Brasil de cara a la Copa del Mundo, que comenzará en junio. El gobierno de Dilma Rousseff no sólo tiene serios retrasos en la construcción de los estadios, sino que además la seguridad sigue siendo el tema de mayor preocupación.
Durante el primer fin de semana de febrero, la inseguridad volvió a ubicarse en el centro de la escena. El ataque a una comisaría y el asalto a un hospital fueron los últimos incidentes en las favelas de Río de Janeiro. Esto volvió a encender la alarma a pocos meses del evento deportivo más importante del mundo.
El domingo pasado, un grupo de sicarios llegó a la Unidad de Policía Pacificadora, en el Morro do Juramento, donde abrió fuego contra la joven agente Alda Rafael Castilho, quien falleció por un balazo en la espalda, y contra su compañero Marcelo Gilliard, gravemente herido.
Tras lo sucedido, efectivos del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) de la Policía Militarizada de Río se desplegaron en la favela con el objetivo de dar con los asesinos de la oficial.
Un intenso tiroteo se desató entre las dos fuerzas, con un saldo de seis sospechosos muertos y otros dos heridos. Además, dos efectivos policiales también resultaron heridos. En total, diez personas fueron arrestadas y se incautaron armas, municiones y drogas.
El otro hecho de inseguridad de los últimos días fue el asalto a un hospital de Río, donde un grupo de delincuentes irrumpió para robar celulares, dinero, relojes y joyas a pacientes y personal médico.
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